Bajo
las nubes grises de este mes de mayo, llega un nuevo micro. Menos de doscientas palabras
para hablar en libertad.
Un agujero en la pared
Cerró
los ojos y dejó que el aire llenara sus pulmones. Escuchó el cerrojo girar y la
puerta cerrarse. Una luz diáfana se filtraba a través de las rejas de las
ventanas. Le gustaba imaginar lo que había al otro lado y ahora que lo habían
liberado, lo recordaba.
Recordaba
cómo aquellos agujeros en las paredes, huecos hacia una libertad negada, eran
irónicamente los distintivos de su encierro.
Franqueó
los símbolos y volvió a la libertad. Observó lo que había del otro lado de los muros
y paredes, y sintió que la luz sin filtros quemaba sus pupilas. Sin embargo, se
decía siempre a si mismo que tenía suerte
por volver a ser libre.
―¿Sigues
recordando el encierro? ―le preguntaron un día.
Él
asintió.
―Nunca
podré olvidar. Nunca olvidaré las puertas y las ventanas cerradas.
Le
miraron a los ojos. La luz que destilaban sus pupilas había ardido.
―Tú
aún estás encerrado y tienes que cavar un agujero en tu pared para volver a ser
libre.
Muy interesante. Hay cadenas que solo nosotros podemos romper y para eso hay que darse cuenta de que las tienes y quieres liberarte.
ResponderEliminarGracias por compartir, Sandra. Muy profundo.
Un abrazo.
Hay encierros figurados que llegan a durar toda una vida y pueden ser, como mínimo, tan penosos como los reales, porque en ambos casos, impiden disfrutar del presente. Muchas gracias por comprenderlo y entenderlo, Ricardo.
EliminarEsa es precisamente la peor prisión, el elevadísimo muro que levantamos nosotros mismos, inalcanzable, no solo para nosotros, sino para quienes nos pretenden venir a liberar. Un abrazo Sandra y disfruta de un excelente fin de semana.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo, Frank. Un saludo y buena semana para ti también.
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