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lunes, 25 de noviembre de 2013

Ochenta años del sufragio femenino en España: Memoria y olvido



La semana pasada, el 19 de noviembre para ser exactos, se cumplió el ochenta aniversario del sufragio femenino en España. Una bonita efeméride que a pesar de cumplir un número redondo pasó muy desapercibida.
El 19 de noviembre de 1933, millones de mujeres pudieron ejercer su derecho al voto en las primeros comicios tras el proceso constituyente de 1931. El artículo 36 de aquella constitución pregonaba que “Los ciudadanos de uno y otro sexo, mayores de veintitrés años, tendrán los mismos derechos electorales conforme determinen las leyes ”

No era ésta la primera vez que los diputados de las cortes españolas habían debatido sobre la procedencia y trascendencia del reconocimiento del voto femenino. Más de medio siglo hubo de transcurrir entre la primera enmienda (1877) y la aprobación del artículo 36 de la Constitución de la Segunda República.

Muchos fueron los avatares y vicisitudes, las filias y, sobre todo, las fobias hasta llegar a la aprobación de 1931.

Abreviando un tanto las posiciones durante el proceso constituyente de la II República, la cuestión se polarizaba entre una izquierda que planteaba el voto femenino como un derecho pero temía las consecuencias políticas de su ejercicio y una derecha que tendía a rehusar ese derecho pero esperaba obtener réditos electorales de su aprobación. Todo esto se fundamentaba en la posibilidad de que el electorado femenino fuera a ser más impresionable que el masculino a una influencia de la Iglesia cuya posición reaccionaria, podía cambiar el signo y sino de la República. Algunas veces, además, las opiniones personales predominaron a sobre la posición de los partidos. Tal fue el caso de Clara Campoamor, del PartidoRadical, uno de los principales opositores a su aprobación, que puede ser considerada como el pilar sobre el que se asiente el derecho al voto femenino en España.

Campoamor sostuvo, con vehemencia y con habilidad, la argumentación de que, en todo caso, no cabía retrasar el reconocimiento de un derecho con el pretexto de que se podía hacer mal uso de él.

Resulta llamativo que frente a ella se erigiera la única otra mujer presente en aquel debate, Victoria Kent, como clara opositora al derecho al sufragio femenino cuyas palabras se hacían eco del miedo a la influencia clerical:

«Pido a la Cámara que despierte la conciencia republicana, que avive la fe liberal y democrática y que aplace el voto para la mujer. Lo pido porque no es que con ello merme lo más mínimo la capacidad de la mujer. No, señores diputados, no es cuestión de capacidad; es cuestión de oportunidad para la República. (…)Hoy, señores diputados, es peligroso conceder el voto a la mujer…»
Más llamativo aún es que Margarita Nelken, del Partido Socialista, cuya incorporación tardía a las Cortes hizo que no participara en esta votación, se opusiera a la línea de su partido en este asunto y pregonara una posición semejante a la de Victoria Kent. .

«Unas cuantas docenas de muchachas universitarias; unas cuantas docenas de muchachas afiliadas a las juventudes y agrupaciones socialistas, y que como tales han actuado con todo entusiasmo en las pasadas elecciones; unos cuantos millares, incluso, de mujeres proletarias o campesinas, a quienes las dificultades de su vida, por un lado, y, por otro, una estrecha identificación con los varones más próximos las ha impulsado hacia ideales izquierdistas, nada pueden significar frente a la aplastante mayoría de mujeres directa y patentemente en pugna con los ideales de sus compañeros, de sus padres, o de sus hijos» (Nelken,M., La mujer ante las Cortes Constituyentes, 1931)


 Hasta el último momento el derecho al sufragio femenino fue puesto en tela de juicio. Asi es como apenas un día antes de la aprobación de la constitución se planteó una disposición transitoria que limitaría el derecho al voto femenino a las elecciones municipales, contando con la ferverosa oposición de Campoamor y el apoyo de Victoria Kent que redundó en una apretadísima votación que rechazó la enmienda por apenas cuatro votos.
Finalmente, de forma algo más holgada, al día siguiente, el 1 de octubre de 1931 con 161 votos a favor y 121 en contra, el artículo 36 fue aprobado por las cortes constituyentes sin limitaciones, pudiendo ejercer las mujeres españolas el derecho al sufragio en las primeras elecciones que siguieron al proceso constituvo, el 19 de noviembre de 1933.

Como decía al principio, conmemoramos la semana pasada el ochenta aniversario de tan señalada fecha, en medio del relativo silencio e indiferencia de la prensa. Poco es lo que se ha hablado sobre esta efeméride, símbolo de un importante logro para la mujer española.

Los medios de comunicación son una forma de tomarle el pulso a la sociedad y, cada vez más, lo son las redes sociales. Vaya por delante que la representatividad es baja pero me llamó mucho la atención que al “colgar” la noticia de la efeméride en mis diferentes perfiles en las redes sociales, obtuviera una veintena de reacciones, todas ellas femeninas menos una única excepción masculina. ¿Qué se esconde tras este dato? ¿Indiferencia? ¿Pasividad? A mí me cuesta entender la indiferencia masculina frente al marcado quórum femenino.


Bibliografía: 
-Cocho,F., Guerra Civil, Que pasou en Galicia e en España, 2011
-Nelken,M., La mujer ante las Cortes Constituyentes, 1931

-Orihuela Calatayud, E., El sufragio femenino en España, cincuenta años de debate en Cortes, setenta y cinco de celebración, 2008 (http://www.um.es/campusdigital/Cultural/voto%20femenino%201.htm)
-Páez Camino, F,  La constitución republicana de 1931 y el sufragio femenino, 2007 (http://www.umer.es/images/doc/n44.pdf)

Fotografía 1 y 3 extraídas de la página web del periódico ABC.

sábado, 23 de noviembre de 2013

Bajo el paraguas: participando en «Literatura con estrógenos»




Rompiendo con la dinámica habitual, hoy publico una entrada a golpe de viernes/sábado para presentar la ya anunciada participación en el blog  “Literatura con Estrógenos”.
Ahí podréis leer una entrevista que me ha hecho L.G. Morgan, así como un viejo relato con toques fantásticos llamado “el Tiki”. Espero que lo disfrutéis.
Y  aunque siga brillando el sol, nos vemos el lunes.


Imagen del blog "crónicas salemitas"

lunes, 18 de noviembre de 2013

La mujer atrapada

Tal como anunciaba al final de la última entrada, "Magosto" , esta semana empezamos una nueva aventura ya que contamos con nuestro primer invitado, en este caso, invitada: L.G. Morgan. De momento esta sección "Bajo el paraguas", en la que se podrán leer colaboraciones o recomendaciones, aparecerá en el blog sin periodicidad fija pero, espero, pueda repetirse.
L.G. Morgan inició la semana pasada en su blog, "Literatura con estrógenos", una serie de artículos que tratan de arrojar luz sobre mujeres notables, valientes y creativas que vieron su vida truncada tras sobresalir y ser arrinconadas por la cultura que las rodeaba, aplastado su espíritu por las exigencias de la opinión y los valores colectivos, decidiendo centrarse en escritoras, poetas que protagonizaron similares tragedias, sobre todo las que acabaron suicidándose a una edad temprana, en situaciones y épocas muy cercanas. Abordaba e introducía esta problemática hablándonos del cuento de "las zapatillas rojas" en el que la pérdida de estas por parte de la protagonista simbolizaría, a grandes rasgos, esa misma idea.
Y dicho esto, os dejo con ella. En este artículo que da nombre a la entrada, "La mujer atrapada 1" L.G. Morgan entra en materia. Espero que os guste. Por mi parte, pronto podreís leerme en su blog.


LA MUJER ATRAPADA I  por L.G. Morgan

Inicio con este una serie de artículos que tienen como núcleo principal a un grupo de mujeres, escritoras, poetas, cuyas vidas son ejemplo de la de muchas otras mujeres atrapadas, cercenadas y aplastadas por la cultura en la que les tocó vivir, hasta el punto de que no pudieron resistirlo más y optaron premeditadamente por acabar con sus vidas.

Ellas son nuestras poetas suicidas.

En palabras de Clarissa Pinkola Estés, ‹‹consideramos una colectividad a la cultura que rodea a un individuo. Las colectividades de todo tipo que nos rodean reparten grandes recompensas y castigos, y tratan de ejercer influencia y de controlar toda suerte de cosas, desde nuestros pensamientos hasta nuestra elección de los amantes o de la actividad laboral. También es posible que desprecien o nos disuadan de entregarnos a las actividades que no están de acuerdo con sus preferencias››.

Es decir, podemos apuntar, siguiendo con el esquema del cuento, que queman nuestras zapatillas rojas hechas a mano y nos acogen en su seno a cambio de que nos amoldemos totalmente a sus designios.

Entramos en la casa de la anciana de la historia y ya estamos atrapadas, hemos decidido pagar el precio, a menudo sin ser conscientes de ello.

‹‹Cualquier grupo, sociedad, institución u organización que anime a la mujer a denostar lo excéntrico; a recelar de lo nuevo e insólito; a evitar lo ardiente, lo vital, lo innovador; a despersonalizar lo personal, está pidiendo una cultura de mujeres muertas››, nos advierte más adelante Pinkola Estés.

Y esto es lo que vemos con demasiada frecuencia en mujeres que se atrevieron a sacar los pies del tiesto, a decidir por su cuenta, a hacer las cosas a su manera. Porque todos luchamos, en mayor o menor medida, por la aceptación. Todos buscamos por encima de todo sentirnos queridos, y en esa búsqueda a menudo pagamos un precio tan excesivo que nos destruye.

También es cierto que es incómodo, es realmente duro, sentirse minoría para todo y en todo momento. Así que pactamos. Y luego nos ahogamos en medio de esa existencia asfixiante que no nos deja hueco para ser nosotros yo aspirar siquiera a un atisbo de felicidad. Porque en el pacto nos hemos traicionado, y la traición a uno mismo se paga muy cara.

Nuestras poetas suicidas son 14 autoras, de distinta edad y procedencia que tienen en común mucho más de lo que parecería a simple vista. He recogido sus nombres de distintos lugares, pero uno de los más completos me ha parecido el blog Peruanismos, que les dedica una antología de poemas y explica así la confección de su lista: “la fecha de nacimiento del elenco de suicidas va de 1892 a 1959. Como nota curiosa 1960 fue el año en que la liberación femenina se extendió por el mundo”.

Aquí las clasificaremos por su fecha de nacimiento:

Virginia Woolf: 1882-1941: murió a los 59 años

Sara Teasdale: 1884-1933: a los 49 años

Alfonsina Storni: 1892-1938: 46 años

Marina Tsvetáyeva: 1894-1941: 46 años

Florbela Espanca: 1894-1930: 36 años

Antonia Pozzi: 1912-1938: 26 años

Anne Sexton: 1928-1974: 46 años

Amelia Rosselli: 1930-1996: 65 años

Sylvia Plath: 1932-1963: 31 años

Alejandra Pizarnik: 1936-1972: 36 años

Miyó Vestrini: 1938-1991: 53 años

María Mercedes Carranza: 1945-2003: 58 años

Verónica Forrest-Thomson: 1947-1975: 27 años

María Emilia Cornejo: 1949-1972: 23 años

Ana Cristina César: 1952-1983: 32 años

Martha Kornblith: 1959-1997: 38 años

Hay que decir que el tema del suicidio es algo recurrente entre escritores de ambos sexos. Y es cierto que las mujeres no somos las únicas víctimas del modelo de sociedad patriarcal vigente, que define los roles de todos y nos marca el camino que debemos seguir. Los hombres que no encajan en los patrones que la sociedad les marca sufren igualmente sus sanciones y sus rechazos. Pero hay que reconocer que si la presión social es algo que dificulta la vida de estos hombres que han decidido (o que simplemente son y se sienten así) desmarcarse de la norma, en el caso de las mujeres es decididamente asfixiante. Los mecanismos de control son más férreos y el grado de “movilidad” concedido infinitamente menor. Es por eso que, en este momento, yo he decidido centrarme en las historias de estas mujeres creadoras.
Y dicho esto, pasemos a ocuparnos de estas autoras, que merecen lugar destacado. Empezaremos con la primera de ellas, Virginia Woolf, una mujer pionera en muchos sentidos.


 Virginia nació un 25 de enero, en 1882, en Londres. Su padre, Sir Leslie Stephen, era novelista, historiador, ensayista y biógrafo. Su madre, Julia Princep Jackson era una famosa belleza que había servido de modelo a pintores y fotógrafos y pertenecía a una familia de editores. Ambos eran viudos y aportaron al nuevo matrimonio hijos de los anteriores. Así que Virginia se crió con tres hermanastros por parte de madre, una hermanastra por parte de su padre, y una hermana y dos hermanos propios. Su casa y su familia se caracterizaron por un intenso clima cultural y literario. Virginia y sus hermanas no tuvieron sin embargo una educación reglada, sino que recibieron clases en casa. No así los hermanos varones, que acudieron a prestigiosos centros.

Cuando a los 13 años pierde a su madre se inician para ella una serie de episodios depresivos que no la abandonarán hasta su muerte. Parece ser que pudo haber otros factores que influyeron también en ese crónico talante depresivo: hay indicios de que tanto ella como su hermana Vanessa sufrieron abusos por parte de su hermanastro George, 14 años mayor que Virginia. Fiel a la rígida moral victoriana imperante, dichos episodios nunca salieron abiertamente a la luz, sino que solo fueron comentados muy veladamente por la propia autora en alguna de sus obras. A la muerte de su padre se muda junto con sus hermanos a una casa que se convertiría en lugar de reunión del llamado Círculo de Bloomsbury, un conjunto de intelectuales que destacarían en el terreno literario, artístico y social. 

En 1912, con 36 años, se casa con el escritor Leonard Woolf, economista y miembro también del grupo de Bloomsbury. Pero a pesar de su intensa y feliz unión, tanto afectiva como profesional (los dos fundaron la famosa editorial Hogarth Press, que editó las obras de la propia Virginia, así como de otros autores relevantes de la época), durante su matrimonio Virginia mantuvo (aprox. 1925-1929) una relación amorosa con la también escritora Vita Sackville-West. De todas formas, el Círculo de Bloomsbury era enemigo de la exclusividad sexual y varios de sus miembros (entre ellos la hermana de Virginia, Vanessa) mantuvieron matrimonios felices a la par que una serie de relaciones extramaritales de diversa intensidad.
Los episodios depresivos de Virginia se presentaron a intervalos durante toda su vida, pero en 1941, agravado su estado sin duda por diversas circunstancias como la situación de guerra, la pérdida de su casa y la frialdad con que fue acogida su última obra, decidió acabar con todo. Un 28 de marzo Virginia escribió dos cartas, una a su marido y la otra a su hermana; se puso el abrigo, llenó sus bolsillos con piedras, y se lanzó al río Ouse, donde se ahogó. Su cuerpo no sería encontrado hasta el 18 de abril.
Tenía 59 años, diez más que su madre cuando falleció. Esta es la carta que dejó para Leonard, su esposo.
28 de Marzo de 1941 

Querido, 

estoy segura de que, de nuevo, me vuelvo loca. Creo que no puedo superar otra de aquellas terribles temporadas. No voy a curarme en esta ocasión. He empezado a oír voces y no me puedo concentrar. Por lo tanto, estoy haciendo lo que me parece mejor. Tu me has dado la mayor felicidad posible. Has sido en todo momento todo lo que uno puede ser. No creo que dos personas hayan sido más felices hasta el momento en que sobrevino esta terrible enfermedad. No puedo luchar por más tiempo. Sé que estoy destrozando tu vida, que sin mí podrías trabajar. Y lo harás, lo sé. Te das cuenta, ni siquiera puedo escribir esto correctamente. No puedo leer. Cuanto te quiero decir es que te debo toda la felicidad de mi vida. Has sido totalmente paciente conmigo e increíblemente bueno. Quiero decirte... todo el mundo lo sabe. Si alguien podía salvarme, hubieras sido tu. No queda nada en mí salvo la certidumbre de tu bondad. No puedo seguir destrozando tu vida por más tiempo. 
No creo que dos personas pudieran haber sido más felices de lo que nosotros hemos sido.

Hablemos ahora un poco de su obra:

La obra de Virginia Woolf se caracteriza por un marcado interés por los aspectos psicológicos de los personajes, por lo que sucede “dentro” más que por las acciones exteriores, que resultan determinadas por lo interno.

Se construyen a través de largos monólogos interiores donde se plasman los procesos mentales del ser humano, los que a su vez definen la historia y a sus protagonistas. Asimismo, suelen presentar una estructura radial y no lineal, la trama se va dibujando a partir de distintos retazos o a pinceladas que conforman el retrato final.

Su primera novela, publicada en 1915, es FIN DE VIAJE, basada en una obra de teatro que había escrito anteriormente. Cuatro años después aparece NOCHE Y DÍA, donde reflexiona sobre los cambios sociales experimentados en Inglaterra en los últimos años y, particularmente, sobre la situación de la mujer. Se trata de una novela romántica que explora conceptos como el amor en el matrimonio y su vigencia en una era que ha dejado atrás el romanticismo.

En 1922 publica EL CUARTO DE JACOB, donde hace un retrato exhaustivo del protagonista, desde su niñez hasta su muerte, a partir de diferentes reflexiones que no siguen necesariamente un orden cronológico. 1925 es el año en que ve la luz su primer gran éxito, LA SEÑORA DALLOWAY, que narra doce horas de la vida de su protagonista para construir radialmente toda una vida. Y en 1927 se publica la siguiente, AL FARO, donde recrea los roles familiares femenino y masculino y su influencia sobre los demás miembros; además del doloroso conflicto al que se enfrentan algunas mujeres, como la propia Virginia, entre las exigencias de la maternidad y el hogar, por un lado, y la necesidad creativa y la libertad personal por otro.

En 1928 escribe ORLANDO, dedicada a Vita Sackville-West. Se trata de una biografía sobre un personaje ficticio que vive cuatro siglos adoptando distintas identidades, tanto femeninas como masculinas. Al año siguiente, y basándose en dos conferencias que impartió en Cambridge sobre el tema “Las mujeres y la narrativa”, escribe UNA HABITACIÓN PROPIA, donde describe las barreras y prejuicios que han de superar las mujeres escritoras, dificultades que había padecido ella misma.

En 1931 llega el turno de LAS OLAS. Cuenta la vida de seis amigos a través de sus propios pensamientos. Y en 1933 FLUSH, biografía de los poetas Robert y Elizabeth Browning, desde el punto de vista de su perro Flush. Tras la muerte de su amigo Roger Fry, escribe ROGER FRY: A BIOGRAPHY, que no sería publicada hasta 1940. Y ya influida por la situación política y el clima de pre-guerra, LOS AÑOS, en 1937, novela más tradicional que describe la vida de una familia de clase media durante varias generaciones. Su tono es bastante pesimista.

Del año siguiente es el ensayo TRES GUINEAS, 1938, que describe las condiciones de vida de las mujeres en la sociedad, planteando la idea de la desigualdad de oportunidades en el trabajo y el difícil acceso a la enseñanza.

ENTREACTOS, 1941, será su última novela. Es su narración más amarga, donde incide en la inestabilidad de la vida y, en última instancia, su inutilidad. La dejó terminada pero su muerte impidió su corrección. Fue publicada póstumamente.
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Si os interesó el tema, podreis seguir leyendo esta interesante serie de artículos en su antes mencionado blog, Literatura con estrógenos.
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L. G. MORGAN (Madrid, 1969). Psicóloga clínica y escritora. Relatista reincidente y novelista en ciernes que gusta de mezclar en sus escritos lo real y lo fantástico, el pasado y el futuro.

Ha publicado en las siguientes antologías colectivas: 

* “Calabazas en el Trastero III, especial Poe”, Saco de Huesos; “Calabazas en el Trastero V: Terror Oriental”, Saco de Huesos; “El cuento de Otoño y otros relatos”, Evohé; “Acerca de la virtud en la época clásica de los griegos, y otros relatos”, Evohé; “El monje y la pulga y otros relatos”, Evohé; “Fantasmas, espectros y apariciones”, La Pastilla Roja; “5 años de Relatopía”, autoedición Relatopía.

Ha participado en la novela colectiva “Crucero por el amor y la muerte”, autoeditada por Relatopía.

Premios y menciones: 

* Dos años entre los finalistas del concurso literario “La Felguera”; “Testamento”, carta para el concurso “Háblame de amor”, publicada por el Ayuntamiento de Roquetas de Mar; Ganadora del II Certamen del Círculo de Escritores Errantes con el wéstern “Un agujero en la Tierra”; Finalista en el 2º Concurso de Relatos LaVisita y Larruzz Bilbao 2010 con el relato “Bodas de oro”; Ganadora en el XV Certamen literario de cartas de amor “Villa de Mijas”, con “Estimado Sr. Montgomery”; “En la era de los Antiguos Dioses”, relato premiado en el V Concurso La Revelación, a publicar por Ediciones Evohé; Ganadora del Concurso de Microrrelatos de Focus on Women con “Persiguiendo su sombra”, 2012.

Ha sido prologuista de la antología temática “Hasta siempre, princesas”, organizada por el colectivo Cultura Hache.

Es miembro del Club de Escritores de Relato Corto “Relatopía”. Administra un blog literario interactivo llamado "Destino, un proyecto de Literatura en vivo" , y otro personal: Literatura con estrógenos

lunes, 11 de noviembre de 2013

Magosto






Hay pocas cosas en el mundo que me parecen más hipnóticas que el fuego en una hoguera. Observar el nacimiento de una llama, ver cómo se estira, baila, tremola y se apaga en una humareda, dejando, tras de si, un rastro de brasas candentes que se acaban convirtiendo en tristes cenizas.
Recuerdo esas llamas iluminando el rostro de mi abuelo, mientras, con mimo y paciencia, dejaba que el fuego asara lentamente las castañas en una sartén que, vete tú a saber la razón, me fascinaba por sus muchos agujeros en la base. A su vera y la de mi hermana y mi prima, el tiempo parecía detenerse observando la danza rital del fuego en la chimenea. Había algo de magia en aquellos momentos y entiendo el sentimiento que embargó a nuestros antepasados para convertir ese instante de recogimiento familiar al cobijo de la luz de la hoguera, en una celebración. 

Hoy, lunes 11 de noviembre, aparte de ser la efeméride del armisticio de la primera Guerra Mundial, es también San Martín. No voy a hablar de la vida de este santo y de cómo, salomónicamente, partió su capa en dos, sino del Magosto, pues hoy es el día de celebración, por antonomasia, de esta fiesta en donde están presentes las castañas, el fuego, el vino nuevo y los productos de la matanza, sobre todo el chorizo, así como una importante dosis de buen humor, risas, cantos y bailes.  Algunos se tiznan la cara con los restos de asar las castañas una vez que la fiesta ha finalizado y aparecen ciertos componentes semejantes a los del carnaval pues, en el magosto, la gente joven hacía gala de cierta relajación de costumbres, permitiéndose cosas que cualquier otro día estarían mal vistas.

Existen dos explicaciones, como más convincentes, sobre la raíz y derivación del vocablo “magosto”: una sería la interpretación de que procedería del latín Magnus Ustus (gran fuego) o Magum Ustum (resaltando el carácter mágico del fuego). Pero muchas son sus caras y esta fiesta es conocida como Magosta en Cantabría y en la zona de Sanabria, Gaztainerre o gaztañarre en Eukadi, Castanyada en Cataluña y el Alto Aragón, Chaquetía, Chiquitía, Calvochá, Calbotes o Magosto en Extremadura.

Así como cerramos el círculo con la nomenclatura de la festividad, también lo hacemos en la cuestión del origen. Hace poco hablaba en el blog sobre la fiesta de Samaín pues, aunque no lo mencionara entonces,  el Magosto es una más de las muchas festividades hijas de esta fiesta céltica. Así es como el escritor y también historiador gallego, Manuel Murguía, asociaba el magosto con un acontecimiento funerario, en el que castaña y vino nuevo protagonizarían los papeles de muerte y vida, respectivamente. 
 
En las pautas etnográficas antiguas resulta que la castaña era una alegoría, en cierta forma, del alma de los difuntos. La castaña que se toma simbolizaría un alma liberada del purgatorio. Consumado el magosto, debían dejarse algunas de las castañas asadas esparcidas por el suelo con la finalidad de que acudieran los espíritus de los fallecidos para calentarse y participar del evento. Eran, pues, las castañas destinadas a «la parroquia de los muertos», uniendo, una vez más en el imaginario colectivo rural gallego, el mundo de los muertos con el los vivos. 

El magosto empezó a separarse de Todos los Santos (festividad heredera, como ya habíamos visto, del antiguo Samahaín) cuando se decidió celebrarla junto al  patrón de Ourense: San Martín. De la ciudad de las Burgas se extendió dicho cambio a varios lugares de Galicia e, incluso, del Bierzo. De este modo fue dotada la festividad de nuevos matices que nos acercan más a la celebración actual que se aleja de la fiesta pagana y su carácter más simbólico.



Hace unos días fuí al «I Magosto popular do San Roque & Roll» de Tioira (Maceda, Ourense). Castañas, vino, churrasco, una charanga, caras tiznadas, e incluso unos conciertos de Rock. Tradición y continuidad, renovación y folclore pero un elemento común que parece traspasar la barrera del tiempo, la de una fiesta comunitaria, alegre y, aunque antiquísima, profundamente joven.

Como decía una vieja cántiga:

Ay magosto, ay magosto,
donde hay mozas y mozos
hay magosto.


Bibliografía:
-BLANCOS, S. «La Castañada o el Magosto», 2013
-BOUZAS, P. y  DOMELO X.A., Mitos, ritos y leyendas de Galicia, mr. Ediciones martinez roca, 2003.
-LOPEZ TEMEZ, X.,«El magosto», Revista de Folklore (Fundación Joaquín Díaz), 1983.
-Uno del Bierzo,«El Magosto, fiesta berciana»  Bierzo Natura, 2009. 
--MANDIANES, M., «La historia de S. Martiño, la fiesta y sus tradiciones. », Del Morrazo.com, 2006
-MANDIANES, M., «Origen del Magosto », Del Morrazo.com.

Fotografía:
http://por-millares.blogspot.com.es/2012/10/las-castanas.html
Facebook de «San Roque & Roll Tioira»



   Por cierto, a partir del lunes que viene, inaguramos sección: "Bajo el paraguas"  en la que leereís colaboraciones de otras personas o recomendaciones. En este caso, exploraremos la primera vertiente y se ha prestado para el ensayo, mi amiga, la escritora L.G. Morgan, autora del blog  "Literatura con estrógenos"
Por mi parte, podreis leer ahí, mi próxima entrada, un  relato de corte fantástico que escribí tras mi polinesia luna de miel, allá por el año 2010, llamado -y ahí viene la referencia las islas bajo el viento- "El Tiki".