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lunes, 27 de enero de 2014

Cazando mariposas: la inspiración



¡Oh musas, oh altos genios, ayudadme! 
¡Oh memoria que apunta lo que vi,
ahora se verá tu auténtica nobleza!


Este es el ruego de Dante  Alighieri en su Divina comedia. Hoy me senté delante del ordenador, abrí el word y me encontré con una fantástica hoja en blanca que no sabía con qué rellenar.«Pero es lunes» pensé «y algo tendré que escribir» .
―Eureka ―como diría el viejo Arquímedes saliendo del agua― Hoy voy a hablar de la inspiración.
 Así que me armé de paciencia. Traté de inspirar aire, expirarlo, buscando cierto sosiego e inspirarme para escribir estas líneas. 

Resulta que, en el fondo, este pésimo juego de palabras tiene razón de ser, y es que la inspiración artística se asocia a un brote de creatividad, a recibir, literalmente, el aliento de los dioses para componer. Para los antiguos la inspiración supone que el artista alcanza un estado de éxtasis o furor poeticus, el frenesí divino o locura poética, siendo transportado más allá de su propia mente y recibiendo los pensamientos de los dioses. Platón, como también Teócrito, Píndaro y Aristóteles argumentan que el artista se transporta temporalmente al mundo de la verdad o comprensión divina, y es esta visión la que lo obliga a crear.

Muchos creadores dicen pasar por un estado de trance similar al que exponían los antiguos y empiezan a componer, escribir o pintar intensivamente. He de decir que me considero muy terrenal en estas lides, pues para mí ese trance es en realidad un estado de concentración extrema. Me ha pasado escribiendo sí, pero también trabajando o estudiando. Es probablemente una de las formas de crear o trabajar más productivas pero también agradecidas. Disfruto de esos momentos, amo ese silencio absoluto que me deja a solas con mis ideas y me permite hacer en una hora lo que normalmente haría en tres.

Sin embargo, en un trabajo creativo, sea del ámbito que sea, para entrar en esa fase de concentración extrema hay que hallar un tema que desarrollar, que se produzca ese relámpago, fogonazo, esa chispa creativa. Es decir, el verdadero momento en el que llega la inspiración, en el que la idea se nos presenta con claridad. 

Dicho momento puede llegar de diferentes formas. Por una parte puede ser el chispazo del que hablaba anteriormente aunque también podemos trabajar para provocarlo: leer libros de historia, cuentos, filosofía, reflexiones, el periódico, blogs, novelas, ver pintura, ver imágenes, películas, plantarse ante un folio en blanco y esperar el milagro de la escritura automática. Lo más probable, sea consciente o inconscientemente, es que en nuestro proceso creativo no seamos realmente originales (tema del que ya hablamos en el blog), sino que nos convirtamos en tales por nuestra propia labor de reinterpretación de nuestras referencias culturales. 

Entre el chispazo y la idea trabajada media un abismo y, curiosamente o no tanto, ambos suelen combinarse en el proceso creativo. Bien es cierto que, algunos no necesitan de tales artimañas y son bendecidos por el aliento de los dioses que suele estar acompañada de la clarividente locura. 

Poetas atormentados, pintores dementes, escritores internados, actores suicidas, rockeros drogadictos: la inspiración y la creación fueron a lo largo de la Historia de la mano con cierta dosis de demencia. Muchos genios o estaban locos o se convirtieron en tal tras abusar de las drogas. No es curioso en verdad que la ciencia pueda explicarlo. Algunas sustancias químicas en el cerebro, en proporciones anormales, crean estados de ánimo complejos que se suelen apartar de lo habitual. Esa diversidad emocional, según algunas corrientes científicas, resultan muy oportunas en el caso de la creación artística. 


Corroborando esa tesis aparece la historia de Robert Lowell, uno de los paradigmas del artista atormentado. Lo cierto es que a la vista de que, entre otras muchas cosas, llegó a presentarse en  la casa de un amigo convencido de que era la virgen María, podríamos decir que estaba más bien como una regadera, un cencerro, una cabra o como dirían los ingleses siempre tan gráficos en sus expresiones: "más loco que el sobaco de una serpiente". Su desorden mental, que en su vida diaria resultaba problemático era, sin embargo, la fuente de sus éxitos literarios. La locura, el tormento que transmitía en sus poesías lo hacían diferente y lo convertían en un artista de renombre.Cuando fue tratado con litio, el primer estabilizador del estado de ánimo, una sal capaz de controlar el reloj interno del cuerpo y la depresión, Lowell enseguida sintió una estabilidad inaudita en su mente.“Es terrible, Bob”, llegó a decir a su editor “pensar que todo lo que he sufrido, y todo el sufrimiento que he causado, pueda ser el resultado de una falta de un poco de sal en el cerebro”. Sin embargo, su arte se vio profundamente resentido y sus obras posteriores a su tratamiento sufrieron, más que las anteriores, los embates del tiempo. Lowell pasó de ser un genio demente a un simple ser humano con buena salud mental y hábil para la poesía. 

Si nos ponemos dramáticos quizás los fármacos hayan amordazado al próximo Maupassant, cegado al nuevo Goya o convertido a Beethoven en el alter ego de Cervantes tras la batalla de Lepanto. ¿Sólo quedan hormigas creativas? Los dioses ya no tienen a quien insuflar su locura, respiran y en el aire los que somos más o menos cuerdos tratamos de atrapar ideas al vuelo, como un niño que caza mariposas. 

Referencias bibliográficas:
http://www.papelenblanco.com/metacritica/de-como-el-litio-acabo-con-la-inspiracion-artistica
http://es.wikipedia.org/wiki/Inspiraci%C3%B3n_art%C3%ADstica

Fotografías:
Garry y Henry cazando mariposas. Beaufort, SC, 1996. Rodney Smith http://content.time.com/time/covers/0,16641,19670602,00.html

6 comentarios:

  1. En mi caso, diré que no hay chispazo, es más bien una cuestión de tesón. Si quiero que salga una idea, le doy varias vueltas y me quedo con un principio, y a partir de ahí voy tirando del hilo y sale una historia. Mejor o pero, pero sale. A veces cuesta hilar unos diálogos convincentes para alguna escena, pero si uno insiste al final la escena queda completa. Jamás he experimentado nada parecido a un destello o a un trance. A lo mejor el problema es que yo no soy artista...
    Besos, Sandra, tus artículos son siempre interesantes.

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    1. Yo creo que tener un destello con una trama completa perfectamente hilada es algo totalmente improbable. Y, como decía, nunca sentí ningún trance, sea caso mucha concentración, pero también me ha pasado estudiando o haciendo exámenes, así que muy creativo no es XD

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  2. bien te entiendo tambien tengo un blog, pero lo veo de una manera distinta lo que tu llamas transe o inspiracion, o lo concidero un estado previo la al epifamia, si alguna vez llego a la epifania dejaré de escribir por que ya no seria necesario.

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    1. La verdad es que yo no creo en las epifanías alcanzadas sin nada que ayude a provocarlo. Y menos creo que al escribir se pueda llegar a alcanzar semejante estado. Sólo creo, en todo caso, en la capacidad de abstracción del entorno y concentración. Un saludo ;)

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  3. Me encanta el tema. Yo realmente necesito ese chispazo. Cuando busco un tema, paso el tiempo divagando y saltando de una idea a otra hasta que surge, en el momento más inesperado (a menudo cocinando, caminando, o conduciendo). La idea que en ese momento pasaba por mi cabeza (o que había pasado sin pena ni gloria un rato atrás) de pronto coge forma, se enlaza con una imagen, y se pone a tiro. Si perder ni un momento la atrapo y empiezo a tirar del hilo, le doy vueltas y más vueltas... y probablemente ya tengo una historia, una escena, o lo que estuviera buscando. Sólo tengo que ponerme frente a la hoja en blanco y empezar a plasmarla.

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  4. Probablemente yo necesite estructurar un poquito más la idea. La verdad, es que, salvando estos posts jeje, soy de planificar bastante lo que escribo si tiene una extensión superior a la de un micro. Gracias por tu comentario, Lucía.

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