“Amigos del espacio, ¿cómo están ustedes? ¿Han comido ya? Vengan a visitarnos, si tienen tiempo”.
Este es el tercer saludo que podrían llegar a escuchar unos extraterrestres que se toparan casualmente con la Voyager.
¿Soy la única a la que le choca ese mensaje, digno de los payasos de la téle, y se plantea la duda acerca del verdadero sentido de ese “¿Han comido ya?” ¿A qué viene exactamente? Ni siquiera sabemos si esos seres, de existir, están dotados de aparato digestivo como para hablar de un concepto de comida o si pueden llegar a malinterpretar esa invitación y confundirnos con el menú.
Lo cierto es que me estoy desviando, pero este fin de semana, mientras iba en coche, escuchaba un programa de radio que recordaba el logro que, sabemos desde hace unas semanas, ha alcanzado la Voyager 1. Me fascina pensar que esa sonda espacial ha traspasado la última frontera y se halla en el frío espacio interestalar, a unos 19.000 millones de kilómetros de casa.
Se escribe pronto 19 000 millones de kilómetros pero, parafraseando a George Lucas, está en un lugar muy lejano, aunque en el presente, más solitaria que nunca, en medio de la oscuridad y de lo ignoto. Transporta mapas del sistema solar, música, imágenes de una tierra atrapada en fotografía a mediados de la década de los setenta (es curioso, pero si un día llegan los alienígenas a contactar con la Voyager, pensarán que en la Tierra vestimos con pantalones de campana y nos peinamos a la taza).
Esa pequeña sonda, esa botella con un mensaje a la deriva por el universo, es como una moneda lanzada al aire, capaz de mostrarnos lo pequeño y grandes que somos a la vez. En 1990, de alguna forma, cayó sobre la cruz, recordándonos lo insignificantes que somos en el universo.
Y sin embargo está la otra cara de la moneda. La que ha llevado a la Voyager a traspasar una nueva frontera. Primero hubo un hombre, luchando por su subsistencia ante las aguas embravecidas que trataban de arrebatarle la vida, agarrándose a algún objeto flotante para luego, en algún momento del Mesolítico, aprender de ello, y lanzarse al agua, sin que su supervivencia fuera en ello, sobre una chalupa de poca monta. Entre ese momento y el de la Voyager traspasando la última frontera de nuestro sistema solar, hay miles de años de diferencia pero un mismo espíritu: descubrir nuevas metas, con el deseo intrínseco de conocer nuevas tierras, riquezas e incluso sociedades y culturas, de dejar de ser ese puntito aislado en mitad de la nada.
Ese mismo espíritu, el que nos
llevaba de niños a lanzar una botella al agua con un mensaje y la alocada esperanza de que alguien la
recogiera allende los mares, es el que provocó que los científicos de la
Voyager crearan un disco áureo que contiene desde el código de nuestro ADN, el
cómo encontrarnos en medio de esta maraña de planetas o, simplemente, “ruidos”
de la tierra…
No entraré a valorar los riesgos
de develar tantos secretos a los potenciales extraterrestres (el doctor Who, en
algunos de sus viajes a bordo de su nave espacial camuflada de cabina de
policía azul, se encarga de hacerlo en mi lugar) pero si comentaré una última
cuestión. Entre todos esos ruidos
contenidos por el disco que crearon los científicos para los alienígenas, es
curioso pensar que Chuck Berry fuera el elegido para ser el único compositor
moderno con un disco de oro que viaja más allá del sistema solar (y también,
curiosamente,en el tiempo, a bordo de un Delorean ochentero). Habrá que
concederles a esos científicos que, dentro de lo corta que se quedó la
selección musical “vigesimonónica”, no tuvieron mal gusto:
Bella entrada has redactado Sandra. Y si, he comido ya. ;-)
ResponderEliminarMuchas gracias :)
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No sé qué habrá por todas las galaxias del universo. ¿Gentes parecidas a las que vemos en la saga galáctica "Star Wars".
ResponderEliminarO los terroríficos Aliens que van por la teniente Ripley, o esos feos cazadores que se cabrean con el musculoso Arnold en "Predator".
O esos simpáticos personajes que se comunican en los encuentros en la tercera fase por medio de luces y música, o ese como el de "ET", o hasta los de "Inteligencia Artificial" que buscan un remedio para el niño androide que desea una mamá,....todas películas del genial Steven Spielberg.
El cine ha ideado mucho, pero ¿cómo son en realidad los extraterrestres que hay por ahí, y que todavía nadie ha visto?.