“Hoy hace cien años
que nació el nuevo orden. Permitámonos sólo por un día, echar la vista atrás.
Hace cien años había guerras, revoluciones, terrorismo, descontento social,
paro, acoso sexual, violencia de género, enfermedades venéreas, muchos más accidentados
en nuestras carreteras, drogadictos, muerte por tabaquismo, por cirrosis, desorden en la calle por manifestaciones
políticas o incluso deportivas. Hace cien años, la clonación humana y la manipulación genética eran vistas como
una degeneración. Internet, un descontrol donde cabía desde pornografía, incluso infantil, a contenidos que alentaban la violencia
física y psicológica. Hace cien años se llegaba a enseñar en los colegios la historia de guerras y
enfrentamientos milenarios , considerándolo como un valor positivo, repitiendo
así el mismo error sempiterno niño tras niño, generación tras generación,
alentando el odio entre los hombres.
Hoy en día somos un único
pueblo, libre de esas taras, libre de guerras sangrientas, de muertes por
vicios absurdos, de desigualdad de género. ¡Celebremos la revolución!”
Henry Vázquez pasó la página de su pantalla táctil, mientras
seguía corriendo sobre aquella cinta mecánica, acompasando el discurrir de sus
pasos con el deslizar monocorde de la cinta. A su lado, treinta personas más
realizaban el mismo ejercicio, otras
tantas estaban en bicicletas estáticas y algunos más en la sala de musculación.
El joven de cuerpo proporcionado y esbelto, posó nuevamente su dedo índice
sobre la pantalla, ajustándose los cascos para seguir escuchando las
videonoticias.
Aquel día sería una gran fiesta en Tierra y todos las webs
recordaban los excelsos logros de las últimas décadas contraponiéndolo con
aquel mundo decadente de principios del siglo XXI. Un mundo reformado de a poco,
con pequeñas y grandes batallas ganadas
a la barbarie. Las noticias recorrían
aquellos años recordando el famoso decreto 1 que establecía que Europa Occidental, los estados
de la OPEP, los países de la Nafta, los 4 dragones, China y Japón pasarían a
formar una nueva nación para superar la crisis económica de forma conjunta, el
decreto 5303 que establecía el inglés como lengua universal, para traspasar y
eludir barreras, entendiéndose por
universal al estado formado en el decreto 1 llamado Tierra; el 12.477 que había
prohibido el tabaco, el 18.455 el alcohol, el 23.455 la pornografía, el 33.670 la asistencia de público a los
acontecimientos deportivos para evitar generar violencia, el 65.476 que vedaba el
uso de cualquier tecnología de más de 5 años para fomentar el ahorro energético,
el 85.414 que impedía ir a más de noventa por hora, por el mismo motivo y también,
obviamente, para salvaguardar vidas. El 101.423 prohibía el sexo sin
preservativo por ser un acto insolidario y peligroso para la salud público, el
101.424 autorizaba a las parejas oficiales para retirar el preservativo en caso
de fecundación obligando, a la par, a que toda mujer tuviera al menos un hijo
para poder garantizar la renovación generacional y los fondos de pensiones, el
120.627 establecía que los fondos de jubilación pasaban a ser dominio de la
empresa privada, al igual que las
infraestructuras, el 146.001 instauraba a los sindicatos de PROFU (Partido
Prosperidad y futuro), PROFA (Partido Progreso y Familia) y sindicato de cada
empresa como únicos sindicatos legales… Y así hasta llegar al decreto 200.000
que había sido adoptado hacía apenas unos meses. El decreto 200.000 había sido
aprobado con la unanimidad de PROFU y PROFA y marcaba la entrada de los países del Cono
Sur de América en Tierra. Todos sabían que a pesar de las reticencias iniciales
del PROFA a dicha incorporación, pero la pujanza de los equipos de fútbol “Nike
azul y rojo” y “Adidas blanco” había
acabado de dar el último empujón a la propuesta, pues permitía la
nacionalización de sus jugadores.
Los tenis del joven rebotaron unas últimas veces sobre la
cinta, sintiendo como su corazón bombeaba sangre, acompasando el latir de su
corazón. Henry de veinte años tenía un aspecto saludable. Sus cabellos, cortos
y castaños, enmarcaban un rostro anguloso del que destacaban sus grandes ojos
oscuros y largas pestañas. Se descolgó
los auriculares, bebió mecánicamente un trago de una bebida isotónica y tomó su
toalla para dirigirse hasta el vestuario. Tras una ducha regeneradora, Henry se
vistió. Su ropa tenía claras reminiscencias a la que vestían sus padres veinte
años atrás, sus abuelos hacía cuarenta, sus bisabuelos hacía sesenta. Cíclicamente
los estilos se intercambiaban pero se mantenían inamovibles. El joven se
enfundó unos pantalones cuyos bajos se ensanchaban, abrochándose a continuación
una camisa de amplio cuello.
Salió del vestuario,
clavando su mirada al frente. Desde la aprobación del decreto 136.404 las relaciones sociales habían mudado.
El preocupante mantenimiento del número de
casos de acoso o de la violencia de género había llevado a las facciones
feministas de PROFU y PROFA a poner de acuerdo a ambos partidos para atajar ese
problema. Los ciudadanos de Tierra no podían mirar, ni hablar a desconocidos,
salvando el uso de medios telemáticos
laborales. Sólo podían entablar relaciones en las zonas habilitadas a dicho
efecto y a través de los espacios virtuales autorizados y moderados por el
estado. Una vez establecida una relación, debían inscribirse mediante un
sencillo formulario vía internet en el listado oficial de amistades o de parejas
para también poder mantener relaciones sexuales, evidentemente seguras,
siendo dichas inscripciones reversibles.
Henry tomó su mochila y, como todos los días, dirigió sus
pasos con seguridad hacia la facultad. Las horas se sucedían entre las cuatros
paredes de su clase de la que sólo se escapaba la voz de los profesores (entre
los cuales existía una estricta paridad sexual) y el golpeteo cuasi musical en su ritmo e
uniformidad de los alumnos en sus teclados informáticos. Henry, afanosamente, anotaba
las sabias palabras en su ordenador mientras su vista, indefectiblemente y a
pesar de las prohibiciones ,acababa posándose sobre las pecas de una chica…
Te adelantaste un siglo, pero creo que seguiría vigente el enunciado de Platón de que cuantas más leyes, más corruptas las naciones.
ResponderEliminarLa peor prohibición es la libertad de expresión y el consentir la censura interesada (eso de momento sigue vigente). Aparte de que si hay que prohibir o no prohibir, siempre nos quedará apelar a la inteligencia y al sentido común. Leyes...¿para qué os quiero?. El mundo es mejor cuando más libre es el ciudadano y de educación mejor y más abierta dispone. Y claro, más leyes tiene la otra cara de la moneda: significa menos libertades. Y como es ley de vida, todo evoluciona y casi nada vuelve a ser igual.
De momento se vislumbra algo que no parece pintar bien: la Europa de mañana será musulmana (o por lo menos buena parte de ella, con todo lo que representa). No sé si Rappel lo acertaría.
Eso sí, como decía Cicerón: los pueblos que no aprenden de su pasado, están condenados a repetirlo.