Y para los despistados y los que quieran engancharse. La historia empieza aquí y lo habíamos dejado en este punto.
Defixio:
secretos en el barro
Iria observó a Andrés con
detenimiento escuchando lo que acababa de decir, inmiscuyéndose en sus ojos que
le devolvían un reflejo suyo, perdido en el tiempo, en un pasado remoto y
malgastado. Sacudió la cabeza.
―¿Un espejo? ¿Para qué quieres un
espejo?
El seguía absorto en aquella
tablilla, en las maldiciones y perdiciones, en un pasado milenario que le
apasionaba y que daban a aquellos ojos, como espejos del alma, un brillo
peculiar.
―Esto es como una novela de Dan
Brown, salvo que aquí no me invento esto para ser más fantasioso y misterioso.
A ver, ¿podemos coger ya esa tablilla de manos del…
Andrés volvió a fijarse en el
cadáver de su antiguo profesor de Arqueologia y sintió como a pesar de la
emoción del momento, a pesar de lo mal que le había llegado a caer, el estómago
le daba un vuelco y su contenido amenazaba con desparramarse como el lodo tras una
inundación.
―¿Estás bien?― interrumpió Iria,
al reparar en cómo aquellos ojos habían perdido de súbito parte de su viveza.
―Sí, sí… Es sólo… ―el arqueólogo
tomó aire y resopló― Por un momento había olvidado que era un cadáver que
además, por muy capullo que fuera, conocía.
―Sí un capullo. No me gustaba
nada cómo miraba y su bordería intrínseca en clases. Era un estirado altivo,
incluso de joven.
―Y sí sólo fuera eso… ―negó
Andrés― Vas a tener sospechosos a raudales. El tipo ese era un viejo verde.
Fueron bastante sonados, dentro del mundillo, sus fotos a los escotes de
estudiantes voluntarias.
―¿En serio? Aún así no debería
ser motivo para matar a nadie a pesar de ser asqueroso. Bueno, en realidad,
nada lo es.
―Sí, bueno, pero súmale otras
muchas cosas como su trato degradante hacia algunos de sus empleados, el hecho
de que fuera un explotador, su poca ética profesional.
―¿Empleados? ¿Pero dejó la
universidad?
―No, no, lo compaginaba con una
empresa de Arqueología. Contrataba a personal recién licenciado y los ponía a
trabajar muy por debajo de las tarifas del convenio arqueológico. Ellos tenían
los pies en el barro y él el rostro al sol. Y además estaban las cuestiones
ética. Corre más de un rumor acerca de yacimientos enterrados bajo el lodo y
cemento sin que este tipo pestañeara. Así es como resultaba ser el favorito de
muchas constructoras. Tiraba los precios y, por encima, se dejaba untar…
―¿Y nadie lo denunció? Es
increíble. En la facultad somos los primeros en hablar, y ¿luego?
―Luego los que menos te esperas
se convierten en explotadores a su vez y así se retroalimenta el sistema. No se
puede competir contra quien tira los precios. La profesión pierde su dignidad y
ética. Además nadie quiere denunciar de forma aislada, dar la cara por todos,
llevarse el trabajo de recopilar pruebas, y así es cómo tipos como Pablo
Bahamonde salen ganando.
―Lo de ganar es relativo ―dijo la
inspectora, arqueando una ceja y desviando la mirada hacia el cadáver.―¿Y tú?
―Cierto…. ―había contestado a lo
primero― Y yo… Nunca trabajé con él, ni falta que me hace. Cuando era recién
licenciado le había pedido trabajo a este buen hombre. Me contestó con desdén
que pertenecía a una nueva generación de "arqueólogos mercenarios",
simplemente por pretender cobrar por trabajar… Yo nunca quise saber nada más de
él. Si la gente que sí trabajó con él, no lo denuncia. ¿Qué voy a hacer yo?
―Ya bueno…―contestó Iria con
dudas pero sin querer insistir en este tema― La verdad es que nos deja un gran
abanico de posibles sospechosos, siempre que estemos ante un asesinato, que
está aún por ver. ―la inspectora se giró hacia Alfonso, el médico forense
―Tenemos desde posibles promotores corruptos a empleados rencorosos.
―Habla por ti ―contestó el
forense― A mi me basta con tener que determinar si fue asesinato o no, y algo
me dice que va a ser difícil poder
afirmarlo o desmentirlo.
En aquel instante la conversación
fue interrumpida por varios policías que escoltaban a una mujer de aspecto
elegante pero sobrio. Emanaba un aire de perpetua seriedad que devenía en una
tristeza permanente. Todos se quedaron observando la escena. Fueron unos
minutos de presentaciones y breves conversaciones hasta que aquella mujer, la
jueza instructora del caso, permitió que se levantara el cadáver de aquel
hombre que tantos enemigos se había granjeado a lo largo de los años.
Con las manos enfundadas en unos
guantes de latex, Andrés Dovalle observaba detenidamente el reflejo de la
pequeña tablilla de plomo que con tanta fuerza agarraba el cadáver de Pablo
Bahamonde, unos minutos antes. Su ceño se frunció mientras descifraba y
traducía, lentamente, la palabras incisas en el plomo. Observaba como aquel
verbo maldito dibujaba círculos concéntricos y sólo conseguía entenderse mediante
el reflejo del espejo que permitía descifrar su misterio. Finalmente, sus
labios se despegaron para hablar y desvelar a su antigua compañera, la
inspectora Iria Aldekoaotalora, el contenido oculto tras aquellos extraños
signos grabados en el metal.
*****
Vicus Eleni, Marzo del 49 d.C
El camino que descendía del
castro hasta el nuevo poblado era un barrizal lleno de charcos, agua, fango y
excrementos. Era común que algún que otro zapato quedara atrapado por el barro,
dando fe del hambre de aquella tierra fértil que tragaba agua como un resacoso
frente a una jarra de agua.
Philtates avanzaba sintiendo como
la lluvia, desatada, golpeaba violenta su piel tersa. El aire helado nocturno
le hablaba de miedo y oscuridad. Ella
era una esclava y sin embargo había llegado a aquel rincón del convento lucense
sin siquiera desearlo, lejos del hogar que la vio nacer, en Turín, lejos de la
casa en la que creció, en la capital lucense, de sus queridos compañeros de
penurias, y lejos de su dueña a la que peinaba con esmero tratando de
reproducir las cabelleras más en boga del Imperio, domando, con esmero, las
ondulaciones de su encrespada melena.
Siempre escuchaba sus desvelos, sueños frustrados,
penas del corazón. El penúltimo momento de desasosiego de su ama, la había
llevado hasta aquel barrizal en medio de la noche, en busca de un rico
comerciante de aquella villa. Aprovechó la oscuridad de la noche para despistar
la escolta que la acompañaba desde Lugo por seguridad, pero los secretos de su señora
eran lo más importante.
El viento y la lluvia batían
inclementes contra su piel suave, joven ,sobre la que el agua resbalaba para
caer desde la punta de su fina nariz hasta el suelo. Traían también consigo
aromas a mar y a sal, tripas y pescado, corrupción y descomposición.
Philtates acababa de dejar atrás
la fábrica de salazón cuando la oscuridad quiso atraparla. El viento la
envolvía. Sintió un escalofrío. Sus ojos trataron de penetrar la negrura y el
agua. En medio del silencio de la noche, la lluvia batía contra el barro y los
pies de Philtates se hundían lentamente.
Alguien, entre las sombras, la observaba.
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Vaya, vaya con el viejo profesor Bahamonde. Menudo pájaro estaba hecho el tío, sacándole fotos a los escotes de las estudiantes. Qué pillo.
ResponderEliminarYa se echaba de menos a la inspectora rockera Aldekoaotalora. Habrá que estar muy atento a los próximos acontecimientos. La cosa pinta turbia. Un saludo, Sandra.
Un saludo Pedro, aunque no si a tí te gustará. Iria tiene buen gusto y le gusta Kurt y su banda ;)
EliminarCierto. Pero me ha dicho un pajarito que la joven inspectora sube al séptimo cielo con los solos de Ritchie Blackmore y flipa en colores con la voz nasal de Axl Rose. No sé tú, pero yo aún tengo esperanzas de que la chica acabe reformándose. Rezaré por ella a Ronnie James Dio y Jon Lord que están en los cielos. Amén. :P
EliminarMe tienes atrapado ¿y ahora qué? pues nada, a esperar al siguiente lunes. Un abrazo y feliz semana.
ResponderEliminarO un poquito más... Ya veremos. Un saludo, Frank.
EliminarBueno, ya sabemos parte del contenido de la tablilla de plomo, con la historia de esa esclava peluquera de época romana que había estado en una fábrica de garum antes de sumergirse en esa ciénaga...ay, que lo veo todo muy negro, querida Sandra. A ver cómo sigue la cosa...
ResponderEliminarBesos y comparto. Feliz semanita!
No... Son partes diferentes. Como capítulos puestos en paralelo. La narración de la romana no está escrita en la tablilla. Pensé que se entendería con la separación de los asteriscos.
EliminarGracias por compartirlo, Mayte y un saludo ;)
Muy dramático e interesante se pone. No te preocupes, Sandra, que se entiende perfectamente bien. Habrá sido al comentar cuando se ha equivocado Argo.
ResponderEliminarEsperaremos con paciencia tu próxima entrega.
Un saludo.
Muchas gracias, Ricardo, por tomarte el tiempo de leerme. Un saludo y espero poder leerte a ti pronto ;)
EliminarCrímenes conexos con el pasado... Historias cruzadas... Me encanta.
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