Y por si os habéis perdido algún capítulo, la historia empieza aquí y la habíamos dejado en este punto.
Continuará...
Cuadro: La loca de Chaïm Soutine
Santos inocentes, ni des ni prestes (parte 4)
—¿Y
qué hiciste luego?— inquirió escueto en su planteamiento.
—Pues
¿qué iba a hacer? Tuve una crisis de ansiedad de caballo. No pude pegar ojo en
toda la maldita noche por culpa del angelote —aplasté el cigarrillo contra el
cenicero—. A primera hora llamé a la consulta para ver si me podías atender
cuanto antes. Me había estado rebanando los sesos toda la noche y salí de casa
para ir a una farmacia a comprarme un test de embarazo. Ya llevo unos cuantos
días de retraso y… —volví a echarme los cabellos hacia atrás— salió rosa… Odio
tanto el rosa como las palomas —aseveré aunque no tuviera ningún sentido—.
Desde que tengo uso de razón, aborrezco ese color.
—¿Será
porque el rosa es el color del amor, de la felicidad, como «la vie en rose» de Piaf? —preguntó
el psicólogo tomando otro apunte.
—Recuerdo
más bien «los días rojos» de «Desayunos con diamantes». De hecho, me gusta
mucho más el rojo. Mi vida suele fluctuar entre ese color y el gris. Pero el
rosa… El rosa es una abominación de la naturaleza. Es más —afirmé como si
aquello fuera una prueba irrefutable—, las propias rosas suelen ser rojas no
rosas. —negué sutilmente—.La cuestión es que el test salió rosa y eso significa
que estoy embarazada por obra y gracia del Espíritu Santo…. No sé qué tengo
pero tengo algo: esquizofrenia, demencia, delirios, lo que sea. No puede ser
bueno.
—Sin
querer ofenderte María, los diagnósticos mejor dejálos para los médicos. Hay
muchas causas para lo que te acaba de pasar que van desde los trastornos
psiquiátricos que nombraste, algún shock —dijo el argentino manteniendo
sus ojos en los míos—, un problema de salud, con el sueño. Mirá, en todas tus
experiencias estabas en la cama y podías rondar, como se dice acá, ese estado
de «duermevela». En cuanto al embarazo, deberías ir a ver a un ginecólogo para
asegurarte —el hombre quería transmitirme calma y seguridad—. Hay muchas
posibilidades y siempre una razonable.
—
Sinceramente, no la veo —contradije con pesimismo.
—
No lo ves pero ahí está. Esto es como el fútbol. Vos venís gambeteando rivales,
esquivando obstáculos para patear al arco y tener éxito en tu vida. Pero ahora,
simplemente quedaste en offside y no entendés qué cobró el referí. Sin embargo,
fue fuera de juego y hay que anular la jugada. Ahora tenés que ver la
repetición para entenderlo. Tenemos que verla juntos, vos, yo, y a lo mejor
algún médico para descartar otros problemas.
Al
salir de la consulta, volví hacia mi casa, escalando a duras penas las
pendientes de esta ciudad. Exhausta veía llegar el final de mi particular
calvario diario al alcanzar un paso de cebra de la transitada calle Venezuela.
Mientras esperaba ansiosa a que el muñequito esquemático abandonara su tono
carmesí, observé a una mujer con un carro de supermercado. Abrió la tapa de un
contenedor de la basura y depositó en su carrito, un gastado peluche cuyas
entrañas espumosas habían sido extirpadas con exaltada violencia. Aquella mujer
tenía aspecto de andar en plenitud de fuerzas aunque unas hebras grises en su
larga y enmarañada cabellera despeinada, delataban su ya entrada madurez.
—«Los
pañales exhalan un rumor de desierto, con cítaras sin cuerdas y degolladas
voces. La nieve de Manhattan empuja los anuncios, y lleva gracia pura por las
falsas ojivas.» —La voz en cascada de la mujer resonaba recitando a Lorca,
aunque no fuera consciente de ese detalle en aquel instante.
No era la primera vez que la
veía hablar sola. La gente la solía llamar «la loca». Loca porque declamaba lo
que pensaba en voz alta, aunque soliera decir verdades como puños.
Recuerdo
como un día, en esa misma calle, vi a Isabel, pues hasta los más estrafalarios
tienen un nombre, parada ante un cartel electoral. Estaba hecha una furia
mientras lo increpaba:
—¿Por
qué sonríes? —había preguntado seriamente Isabel hablando con el político
fotografiado en el anuncio.— ¿Por la subida del paro? ¿Por la corrupción? ¿Por
los recortes en Sanidad? ¿En Educación?¿Por la subida de los precios? ¿De los
impuestos? ¿Por la gente que no puede pagar sus hipotecas? ¿Por qué el Celta
perdió? ¿Por qué te alegras? —había
inquirido seriamente fijando sus grandes ojos grises sobre el cartel.
Pero Isabel
no sólo sermoneaba a los anuncios sino también a un amplio abanico de personas:
niños o ancianos, hombres engominados o perroflaúticos indignados. Cualquiera
podía ser presa de sus vehementes comentarios.
La misma
mirada que se había parado en aquel cartel electoral, los mismos ojos que
habían visto pasar cientos de rostros de fingida indiferencia, se posaron
entonces sobre mí. Acompañó, sin embargo, su gesto de una sonrisa mucho más
sincera que la de un estadista en campaña.
— ¡Estoy
embarazada! —se desgañitó Isabel sorpresivamente.
Aquella
mujer debía estar casi en sus cincuenta. ¿Cómo era posible? Aquello parecía una
más de sus extravagancias.
—Enhorabuena
—le contesté hipócrita, viendo como el semáforo pasaba de rubí a esmeralda.
Seguí el gráfico ejemplo del muñequito verde y empecé a andar, pero Isabel
agarró mi brazo con fuerza. Fue un simple susurró al oído; una voz apenas
audible que se filtró mansamente para restallar contra mi tímpano—. Tú también
lo estás. Llevas al Señor en tu seno...
Que jodía la Isabel... Sabe cosas, la paya... Estás adquiriendo la mala costumbre de dejarlo en el momento justo para que, los que lo leemos, te maldigamos allá donde estemos leyendote... Esto, aunque no lo parezca, es un piropo... jejeje
ResponderEliminarLa historia sigue manteniendo el interés (al menos a mí :) ), así que no me queda más que esperar (con mucha ansi, eso sí) al lunes próximo)
Un beso, Sandra!!!
Muchas gracias, Ramón. Esta semana ya no me vas a maldecir.
EliminarMuy buena historia, se espera con ansias la continuación!
ResponderEliminarMuchas gracias, Betty.
EliminarPues Sandra, aunque sea como anónimo te comento. Soy Isabel Oliva y cierto que me tienes muy interesada en este relato que para mí no tuvo un buen comienzo, un poco aburrido, pero lo que pasa a continuación es más que entretenido.
ResponderEliminarUn saludo.
Gracias por comentar, Isabel y me alegra que el relato, te haya gustado al menos en parte. Supongo que el final, no será muy de tu gusto. Un saludo.
EliminarMuy interesante la continuación y cada vez aparecen más historias. Me gusta, quisiera terminarla ya... jajajajajaja... No sé si mi público aguantará tanto, pero lo intentaré. Gracias por compartir.
ResponderEliminarUn abrazo muy fuerte.
Muchas gracias a ti por comentar, Ricardo. Ya llega el final ;)
EliminarVamos haber si puedo al fin leerte desde el principio porque leer un capítulo solo no tiene gracia. En cuanto pueda empiezo por el principio. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias Frank, siempre se agradece tu opinión ;)
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