Translate the rain

lunes, 3 de marzo de 2014

La mirada del otro (parte I)

Esta semana os dejo el principio de un relato histórico sacado del baúl de los recuerdos. Espero que os guste.


La campiña se despertaba lánguida, bostezando en una exhalación colmada de paz. La suave brisa del alba mecía el sueño de los presentes, mientras la naturaleza entera se animaba abrazando, sus virginales cimas, los sueños de los durmientes.

Faysal estaba cabeceando en su puesto de guardia. Se incorporó de golpe al escuchar el estruendo de la guerra. Desde su posición, aquella locura parecía una fiesta con fuegos artificiales, como los que iluminaban el firmamento de Argel los 14 de julio. «Las bombas, otra vez las bombas ¿Es que nunca se callarán?»  Pero nunca se callaban y no dejaban que el joven argelino pudiera cerrar los ojos y, siquiera oníricamente, conseguir el permiso que tanto ansiaba para volver a ver su añorada tierra. Su madre patria era Francia y bajo la bandera tricolor, símbolo de libertad, igualdad y fraternidad, combatía día y noche.

Faysal Zuhair había nacido en un pueblo de la provincia de M'Sila, en el sur de Argelia en 1925, desde el que se podía divisar las dunas doradas del incipiente desierto.

Las cabras balaban advirtiendo antes que los hombres el cambio que se avecinaba. Parecía una mañana como cualquier otra para el joven Faysal cuando el ruido de los motores se impuso sobre el golpear del martillo contra la madera. El chico interrumpió el pequeño arco figurado que había formado en el aire su muñeca, mirando al aire buscando una respuesta en los sonidos desconocidos a lo que estaba aconteciendo.

― El techo no te responderá, Faysal. Corre a ver lo que pasa ― le ordenó Kader a su aprendiz.

 El polvo se levantaba ensuciando las piernas de Faysal, recubiertas por un pelo aun fino que delataba sus escasos dieciocho años. Cuando llegó a la plaza, el chico se quedó maravillado, observando con detenimiento a los soldados que habían llegado con sus relucientes fusiles y sus impresionante ropas y botas. Aquellas botas militares resplandecientes con su suela de resistente caucho,  cordeles entrelazados y sus ribetes de cuero, le habían embelesado. Faysal nunca había visto semejante cosa.

Se abrió camino entre la multitud que se había agolpado para poder observar con más detenimiento lo que estaba ocurriendo. Pudo escuchar entonces, como un hombre blanco de fino bigote se había adelantado para hablar reclamando a los jóvenes unirse a la lucha, requiriendo a los hombres liberar a la madre patria de la perfidia nazi. La arenga exacerbada había provocado un griterío de algarabía entre la muchedumbre.

Faysal miró a su alrededor  viendo como los soldados estaban montando una mesa  sobre unos caballetes. Se dirigió hacia su pequeña casa de adobe para buscar sus escasas pertenencias, acortando sus pasos presurosos, la distancia que le separaba de ésta. Una nube polvorienta se había formado tras él delatando su itinerario.  “Francia… La madre patria” había pensado Faysal. Desde su más tierna infancia recordaba como en la escuela le habían enseñado sobre sus antepasados los galos, el inmortal rey sol o la gloriosa revolución y los valores de la República. Todos eran iguales bajo la bandera tricolor, todos tendrían las mismas oportunidades luchando por ella y liberando al país. Sabía que su madre le recordaría que su abuelo nunca había vuelto de la Gran Guerra pero no quería que sus sueños se escapasen.  Por fin vería las verdes praderas que mil veces había soñado e imaginado (no sabía como algo podía ser tan verde) Al fin vería la torre Eiffel, aquella mole metálica, dominando el cielo de París en todo en su esplendor. Y por fin también, podría ayudar a su familia enviándoles dinero para que sus hermanas tuvieran un buen matrimonio.

*****

Chiara estaba tumbada sobre su cama mirando al techo de su habitación. Trataba de dar forma a las manchas de moho y de humedad que lo salpicaban. Ocupaba su mente en la sonrisa de Mario en la fuente, el baile que había echado en la fiesta de San Bartolomeu con Gabrielle o el leve roce de la mano de Aldo en la Iglesia , aunque en realidad, aquello no le hacía olvidar su pensamiento primordial;  tenía hambre, y los continuos  gorgoteos de su estómago no dejaban de recordárselo.

Chiara Molinari había nacido hacía 16 años, en un pequeño pueblo italiano de la montaña lacial. Era una joven alta para su edad, cuyas curvas empezaban a dibujarse con voluptuosa feminidad. Sus ojos melados finalmente iban a cerrarse cuando un estruendo la despertó.

 – ¡Las luces!¡ Vuelven las luces!

Aquella voz inconfundible era la de Ettore, su hermano que apenas contaba siete años. Los dos vivían con el padre de ambos, Gianni, que trabajaba como jornalero. A Chiara le costaba recordar la voz de su madre que había muerto cuando apenas tenía nueve años, al dar a luz a su hermano. Desde entonces  se había convertido en la mujer de la familia aunque trataba de amarrarse a su juventud. .
La chica se levantó de la cama rápidamente

 – ¡Ettore, vuelve a casa! No ves que esto no es un juego, niño estúpido – gritó corriendo y dándole un azote enérgico en las nalgas. 

A pesar de lo que le había dicho a su hermano, la joven se quedó observando el espectáculo formado por las parpadeantes luces mortíferas. Le recordaba a los fuegos que echaban en las fiestas antes de la guerra, aunque sabía que no iban a bombardear su pueblo. ¿Qué interés podían tener las cabras para los alemanes o para los aliados? Pero aquel ruido la dejaba  intranquila. Aún resonaba en su mente el eco de su viaje a Roma para visitar a la tía Regina.  El ruido de aquella sirena y el estertor de las bombas habían encogido su alegría.

El pequeño Ettore estaba mirándola sin entender
 – Tengo hambre – dijo el niño. Chiara lo abrazó, acariciando su fina cabellera castaña. Tomó su mano y ambos entraron en la casa.

*****

El eco del mortero se había apagado. Faysal miró un instante sus pies viendo sus ya desvencijadas botas cubiertas de nieve, golpeándolas varias veces contra el suelo como si con aquel gesto pudiera sacudirse el frío…



10 comentarios:

  1. Me encanta el texto, la historia y cómo escribes. Excelente.
    Pero... ¿Nos vas a dejar con la intriga hasta el lunes que viene?

    Un saludo!

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    1. jejeje, muchas gracias Ramón. Pues sí, hasta el lunes que vienes.

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  2. Como g.r.r. Martin cuentas una misma historia desde el punto de vistas de diferentes personajes

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    1. Sí, pero no es algo que haya inventado Martin. Podríamos decir que Martin lo hace como Bram Stoker, por ejemplo y un largo etc. Si te digo la verdad, cuando escribí este relato aún no había leído Canción de Hielo y Fuego.

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  3. Un perspectivismo encantador. Gracias por compartir.
    Un abrazo

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  4. Muy genial tu historia, lo único malo de todo es que ahora me dejas intrigado.
    Saludos.

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  5. Ahora que ya me he deleitado y comprobado que has publicado el final inicio la aventura de leer este relato del todo. De momento me ha seducido y me parece impecable.

    Un abrazo.

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    1. Gracias Ricardo, me alegra que te embarcaras en la aventura :)

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