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lunes, 9 de junio de 2014

La hoja en blanco


Llevo un tiempo madurando escribir sobre este tema, probablemente porque me siento totalmente afectada por este mal: el síndrome de la página en blanco que los anglosajones denominan como "writer's block" y que incluso cuenta, según averigüé, con una palabreja de sonoridad científica con etimología helena: la "Leucoselofobia". 


¿Pero cómo? ¿Qué me dices? ¿Si cada semana escribes algo nuevo? Supongo que deben de existir diferentes grados de afectación, el mío sólo me atañe en una de de mis facetas de aprendiz escritora: la escritura de una novela o mas bien debería de decir de LA novela y probablemente ese sea mi verdadero problema.

Por suerte, procrastinando, descubrí que no estoy sola en el mundo, que muchos más escritores sufrieron o sufren este mal ―mal de muchos, consuelo de tontos―, este miedo a la página en blanco que figura el vértigo por enfrentarse a un nuevo proyecto, en este caso, a uno grande y desconocido, de lanzarse al vacío, sin red, y de no estar a la altura del reto. Como un hotel que ha conseguido una estrella, existe el miedo a perderla, a la mediocridad, resumiendo: al fracaso.

Los afectados por este mal solemos situar la barrera demasiado alta, queriendo escribir una obra única, original, estando, como mínimo, a la altura de nuestras propias expectativas porque, en el fondo, somos nuestros peores y más crueles críticos. Existe el miedo a parecer demasiado ambicioso, incomprendidos o a embarcarse en algo demasiado complejo. A fin de cuentas, es un claro síndrome de inseguridad en ese momento de soledad extrema que supone la escritura, ante la pantalla del ordenador que se convierte en un espejo que nos devuelve un reflejo que, en la mayoría de los casos, permite desfogarse en la escritura catártica pero que sin embargo, extrañamente, en este caso bloquea.

Y aquí entran la procrastinación ―sin eso no hubiera averiguado nunca que existía la leucoselofobia―, la autocensura, la dispersión ―qué idea tan interesante para escribir un relato, cómo me gusta este libro, cuán apasionante es este debate en el facebook, ¿existen variantes en la técnica de vuelo de las moscas?― por lo que volvemos a cerrar el círculo de la procrastinación y, en mi caso, al pretender escribir una novela histórica, un punto más, una documentación que enfoco con el mismo perfeccionismo que la propia escritura de la novela.

Y llega un punto, sin embargo, en que creo que estoy viendo la luz al final del túnel (todo hay que decir que el primer año de crianza de un niño no permite tampoco focalizarse de pleno en vencer esas inseguridades). En que parece que la escritura de estos cuentos cortos que publico cada semana, en vez de dispersarme, me animan, en que de repente, consigo organizarme para encontrar un tiempo para dedicarle a estas cuestiones cada día y sobre todo, la sensación de que mañana, de verdad, empezaré a escribir mi novela y habré vencido esa hoja en blanco que, en realidad, no es más que una quimera.

18 comentarios:

  1. Ufff, cómo me identifico con todo lo que cuentas. El síndrome de la hoja en blanco es algo tan temido como inevitable, y acecha a veces en los momentos más insospechados. No creo que haya un solo escritor en el mundo (profesional o amateur, principiante o veterano) que no lo haya sufrido en alguna ocasión. Y en estos casos, tan malo es tener demasiadas ideas en la cabeza como no tener ninguna.

    Mucho ánimo con esa novela que llevas entre manos :-).

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    1. Muchas gracias, Marsar. Estoy de acuerdo contigo, puedes tener muchas ideas y no por ello salir adelante.

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  2. Qué buen artículo. Coincido en mucho de lo expuesto.
    Yo comparto, sobre todo, el afán procrastinador (aunque no solo ante la hoja en blanco je, je) y la dispersión. Pero me pasa de forma muy localizada: cuando abordo el final de un proyecto largo. Y sí, hace tiempo que tengo claro que es una expresión del habitual miedo al fracaso.
    También he experimentado, como tú, que lo que parecen rodeos, escribir otro tipo de cosas mientras, que sean cortas; en realidad muchas veces funcionan como ayuda para centrarse.
    Ánimo. Esto es así. Y el mal de muchos sigue siendo, en todo caso, un auténtico consuelo ;-)

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    1. Muchas gracias, Morgan. Además, procrastinando se aprende mucho también XD. Un abrazo.

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  3. ¿Y con todo lo que tienes que escribir te preocupas por esta nimiedad?
    ¡Anda ya!

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    1. Ya ves... Qué poder tiene la mente, para bien y para mal. Pero tienes razón, hay mucho que escribir, así que esto es claramente pasajero.

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  4. Poco más se puede añadir a lo que explicas en tu entrada. A mi me ha pasado prácticamente todo eso. Yo también pienso que es más miedo al "fracaso", inseguridad maldita, jeje.
    Pero también te digo que es más mental que otra cosa. En mi caso escribo mucho a rachas. Cuando comencé el blog escrbía todos los días un relato. Cada día. Y lo hacía porque era consciente de que con el tiempo llegaría a la fase donde estoy ahora en que el ansia se me pasaría y escribiría más con cuenta gotas.
    Stephen King (en su libro "Mientras Escribo", en el que habla de sus experiencias como escritor, y da algunos consejos sobre el oficio) dice que lo que hay que hacer (o al menos él hace) es escribir todos los días. Ponerselo como una rutina. Establecer un mínimo de palabras o folios (el que sea, cada uno el suyo) y hasta que no los hayamos escrito no salir del cuarto donde escribimos. Sea a la hora o sea a las seis horas. Comenta que, en los casos en que estemos (como tu relatas) escribiendo una novela y nos dispersemos, nos venga una idea que no tiene nada que ver con la novela, o simplemente queramos salir del bloqueo, que escribamos igualmente. Lo que sea. Por inutil que parezca, pero que escribamos ese numero de palabras que nos hemos propuesto para cada día.
    Ya no me enrollo más. :)
    Muy buen entrada, Sandra.
    Saludos!!!

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    1. Yo creo que las rutinas son buenas y el obligarse también. Me pasa con el blog, en el que me disciplino para sacar una entrada cada semana y sí, claramente es de coco.
      Muchas gracias, Ramón. :)

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  5. Pues tienes mucha razón pero, como dirían los expertos, la perseverancia es el mejor arma del escritor, perseverar a diario, bien con escritos cortos o frases largas, el caso es no dejar de escribir, aunque te parezca (o lo sean) tonterías. Esa es la recomendación de los grandes de la pluma, perseverar. (Son consejos que yo sigo mediante poemas o micro-poemas o mejor aún, micro-relatos). Mientras espero a que me llegue la "musa" y pueda terminar tres novelas que tengo empezadas y que no hay manera de que las acabe. Un abrazo Sandra.

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  6. Un artículo de lo más interesante, supongo que todos hemos tenido esos malos días. En mi caso, sólo la perseverancia, la disciplina y el "obligarme" a cumplir plazos, por ejemplo un mínimo de una entrega semanal en el blog me ayudan cuando ocurre. Un saludo, Sandra.

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    1. Sí, lo del blog funciona, desde luego por lo que está claro que disciplinándose se puede ser productivo. Un saludo, José.

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  7. Yo también comparto tu idea de que exigirse la perfección y sentir el miedo al fracaso es lo que bloquea nuestra producción escritora. Cuando me obligo a escribir con un plazo es lo que me saca de ese bloqueo y de apartar esa idea; el estrés de cumplir con la cita en este caso es beneficioso y luego me alegro de ello. Ahora bien con la obligación de crianza de un niño pequeño esto es una proeza. Te admiro por ello.

    Besos de encuentro.

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    1. Muchas gracias, el primer año es complicadito para escribir. De hecho yo me quedé en el blog, en lecturas y algún relatito. Ahora ya tengo mas tiempo para mi. Coincido contigo en que los plazos son beneficiosos. Conmigo siempre lo fueron, tanto en los estudios como en el trabajo XD

      Un saludo y gracias por comentar :)

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  8. Muy bueno tu artículo, Sandra.
    Técnico pero personal a la vez.

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