Esperando el momento
El claro de luna iluminaba a través de los barrotes la destartalada habitación gris. Luisa se miraba en el pequeño espejo circular, oxidado por el tiempo, que había conseguido colar en aquel lugar. El único recuerdo de una vida pasada que ya parecía remota. Observarse era también una forma de enfrentarse a la realidad. Durante mucho tiempo, siempre acababa cerrando el espejo tras ver el rostro de un cadáver; su rostro. Ahora era capaz de regodearse en el reflejo huesudo que le devolvía aquel pequeño objeto. Hubiera podido romperlo y cortarse las venas y sin embargo, no lo había hecho. Ella nunca pudo escaparse de aquel lugar y con los años habían huido el valor y la voluntad. Ya no tenía fuerzas.
De repente, escuchó el ajetreo de una llave en la puerta de su celda y escondió, rauda, bajo su camastro, aquel dual vínculo con tiempos pasados más felices y el amargo presente. Tarde o temprano, a todos les llegaba la hora. Tras capturarla, todo había transcurrido en una paradójica miscelánea de celeridad y extrema lentitud. Horas de preguntas sin sentido, de palabras revueltas, de humillaciones, burlas odiosas y luego, la soledad. De día trataba de olvidar las noches en las que escuchaba, con aprensión, el asesino suspiro de las balas y los gritos, acompasados por el graznido de las gaviotas, de los que se aprestaban a morir fusilados.
Luisa iba a morir, llevaba años preparándose para aquel momento. Al principio el terror la había atenazado, haciéndose consciente de su propia desaparición, ahora casi deseaba que llegara aquel momento y la liberara. A su vera, retumbaban los pasos marciales de la soldadesca que la escoltaba. Una gran puerta metálica acababa de abrirse. Frente a ella el claro de luna se reflejaba sobre el mar, mientras las gaviotas graznaban ostentando su libertad. Luisa inspiró el aire salobre que el océano le brindaba. Aquel, pensaba, era un hermoso lugar para su punto y final. Pronto todo se acabaría y sería tan libre como aquellos pájaros, cuyo vuelo circular, semejante al de las aves carroñeras, podía ver en las sombras que se reflejaban a sus pies.
Uno de los soldados la empujó con desdén. Luisa tropezó y se alzó, dándose la vuelta. Quería recibir a la muerte mirándola a los ojos. Y de repente la realidad impactó de pleno contra ella, como un disparo súbito y fugaz, insospechado y preciso, un balazo entre las cejas.
―Eres libre― dijo el que acababa de empujarla.
Una ráfaga de aire cargado de sal y angustia golpeó contra el rostro de Luisa. Sintió como el vértigo embargaba sus sentidos. Por primera vez en años, tenía miedo.
Fotografía de artgraph
Un excelente relato, Sandra, impactante, diría hasta terrorífico, porque no hay nada más terrorífico y terrible que, el que te ofrezcan la vida... cuando ya no la quieres.
ResponderEliminarMuchas gracias, Frank.
EliminarGran historia. Mira que me gusta como escribes... Y no dejas de sorprenderme semana tras semana.
ResponderEliminarSaludos!
Me alegra que te guste, Ramón. Muchas gracias :)
EliminarEs curioso cómo nos acostumbramos a todo y cómo tememos a los desacostumbrado. Has plasmado muy bien estas contradicciones humanas.
ResponderEliminarGracias Eowyn, es cierto, esas contradicciones son, para mi, de lo mas llamativas dentro de la condición humana. Al fin y al cabo, no deja de ser uno de los miedos mas primigenios, el miedo a lo desconocido.
EliminarMe gusta tu manera de escribir! Me gustaría invitarte ha que te unieras a mundo literario. Seria un placer para los lectores de la web. La pagina es www.mundoliterario.net
ResponderEliminarUn abrazo!
Gracias, Magda.
EliminarWouu ,eso si que es fuerte . Gracias , un abrazo .JP.
ResponderEliminarMuchas gracias, Julio. Un abrazo para ti también.
EliminarEs horrible cómo uno puede temer aquello que más pudiera desear por extraño. Estaba tan fuera de su imaginación esa salida que cuando se la dieron se aterró. Muchas gracias, Sandra, por compartir con nosotros.
ResponderEliminarUn abrazo.
PD. Hace mucho que no veo tus publicaciones en el LEO, claro que tampoco he estado en este último mes, pero esta me la llevo conmigo.
Muchas gracias por todo Ricardo. Sigo publicando en LEO, pero voy repartiendo los diferentes grupos a lo largo de la semana ;).
EliminarSe deja leer y releer con un ritmo constante. Palabra a palabra lo vas labrando y de repente lo culminas con la mejor frase, con el miedo.
ResponderEliminarSaludos
Muchas gracias, Nel. Me alegra de que te gustara.
Eliminarcrei que la iban a matar, gracias por el final me evitaste un trauma
ResponderEliminarNo se qué fue peor para ella. Un saludo, Noruego ;)
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