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lunes, 21 de abril de 2014

Caos vs Esperanza

Esta semana recuperamos la sección: "Bajo el paraguas" con un relato de Ramón Escolano llamado "Caos vs. Esperanza" autor de un blog llamado Jukeblog que os animo a visitar. Además, esta semana, podréis leer ahí mi entrada, un relato llamado "Carmela la Roja". 

Caos vs Esperanza




Por un momento permanecieron agazapados en el agujero, refugiados como si contemplaran un ataque de una magnitud demoledora.

―Lo peor ha pasado. —Sentenció Paco. Los demás lo miraban como el que mira un cuadro abstracto, tratando de reconocer rasgos que identifiquen al sujeto, pero sin conseguirlo.

Sin embargo no era así. Hubo un nuevo temblor. No fue una réplica, como solían denominarlos. Este era un temblor en toda regla. Sin duda era cabecera de cartel en el teatro de las catástrofes.

Todos se giraron hacia Paco. Éste ni se inmutó, con un gesto les invitó a salir del escondrijo para seguir avanzando. El mundo se estaba acabando, o esa era la sensación generalizada, y sin embargo Paco permanecía impasible. Se giró hacia el grupo y señaló su reloj. Sus seis amigos lo seguían observado con desconcierto.

―No van a estar esperando todo el día.
―¿Quién, Paco, quién no va a estar esperando? —Fue Enriqueta la que se atrevió por fin a preguntar.
―Ellos me dijeron que vendrían hoy. A mediodía.
―¿Quién son ellos?
―Ya sabes, ellos. —Contestó Paco, señalando hacia el cielo.

Volvieron las miradas de desconcierto, junto con otras de desaprobación. Incluso hubo alguna compasiva.

―Paco, por Dios. Déjate de tonterías. Lo mejor es encontrar un refugio, bien para estar a salvo si esta debacle es pasajera, bien para morir con dignidad. —Esta vez era Ricardo el que se dirigió a su amigo.
―Nadie va a morir hoy. Al menos, de nuestro grupo. —Sus palabras no podían sonar más convencidas del mensaje.

Se giró, y sin mirar atrás prosiguió su camino. El grupo se miró entre sí, intercambiaron gestos de incredulidad y por fin decidieron seguir a su compañero. El cual, con paso firme y decidido, había avanzado ya unos cuantos metros.

El cielo se estaba tornando oscuro, por momentos. No llovía, pero si había una sinfonía estremecedora de truenos y relámpagos. El sol,como temiéndose lo peor, parecía palidecer y tratar de huir, de esconderse tras esas nubes negras que traía el horizonte.

Paco, ajeno a todas aquellas señales premonitorias de un desastre inminente, continuaba su camino en dirección a un claro en lo alto de una ladera. Ni siquiera el ajetreo de animales huyendo, despavoridos, como almas que lleva el diablo, le perturbaban lo más mínimo. Era como si él fuera impermeable a todos aquellos acontecimientos.

De repente se paró, miró a sus amigos y con voz sincera sentenció:

―Es aquí.

El grupo paró en seco. La idea general de la locura de Paco seguía rondando por las mentes de sus amigos. Pero había algo. Un cierto aire en él… ¿Y si decía la verdad? Quizá era mejor agarrarse al clavo ardiendo de la locura, del sinsentido, de la fe, que morir en la agonía y el miedo más ancestral. A fin de cuentas, el final parecía ese. En su ciudad no quedaba mucha gente para contarlo. En realidad, ellos pensaban que eran los únicos supervivientes en varios kilómetros a la redonda. Y ellos habían visto morir a muchos, y de las maneras más variopintas. Suicidios, gente ardiendo de manera espontánea, otros aplastados… El caos llevaba reinando cuatro días, los mismos cuatro días que Paco se erigió en líder del grupo. Los mismos que, según él, ellos le habían hablado de un lugar y una hora donde le recogerían a él y a sus amigos.

Ese lugar. Esa hora. Mediodía del que podría denominarse, sin mucho miedo a equivocarse, el día del fin de los tiempos. Paco volvió a mirar su reloj.

―Es la hora, chicos, ¿preparados?

Nadie contestó. Permanecieron en silencio, esperando lo que quiera que llegase a continuación. Y eso fue el silencio. El estruendo dejó paso a la calma. Una calma que ya no recordaban. Paz, sosiego. Y de repente el cielo se abrió, las nubes formaron una especie de espiral y por entre ellas se comenzó a vislumbrar una gran luz cegadora. Paco sin dudarlo un instante fue hacia la misma.

―Os lo dije. —Fueron las últimas palabras antes de desaparecer ante los ojos de sus amigos.

El grupo se adentró en el haz de luz, como una sola persona. Desaparecieron con la misma premura. El cielo se tornó negro de nuevo. Volvieron los estruendosos truenos y sus compañeros los rayos. El caos continuó reinando unas horas más. Hasta que todo se volvió oscuridad. Un macabro fundido a negro despidió toda vida conocida en el planeta. Pero eso ya no lo vieron Paco y sus amigos. Ellos ya estaban rumbo a un nuevo mundo.

Autor del texto Ramón Escolano. Si queréis leer más historias de Ramón, os animos a visitar Jukeblog

6 comentarios:

  1. Bom Dia Ramon,
    Gostei desta tua história
    Saludos

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    1. Muchas gracias, Susana, me alegro que te haya gustado.
      Saludos!

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  2. Interesante experiencia. Saludos a los dos, +Sandra Parente +Ramón Escolano

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    1. Muy amable, Esther. Gracias por pasarte y comentar.
      Un saludo!

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    2. Muchas gracias Esther. Para mi fue una experiencia muy grata.

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  3. Me ha gustado mucho. Es una buena idea la de intercambiar relatos en los blogs. Voy a leer ahora Los lunes a la lluvia en Jukeblog.

    Saludos.

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