La semana pasada publicamos la primera parte del relato "Un ídolo en la niebla". Hoy, descubriremos, junto al agente Cooper, la verdad sobre su amigo William y el misterioso ídolo que encontraron en la niebla.
Me casé con Helen e invertí mi entonces pequeña
fortuna en bolsa. Mis acciones subían como la espuma hasta que un día, empecé a
tener malos resultados. Fue entonces cuando recibí mi primera visión.
Fue un fenómeno insólito, una ensoñación que no se
asemejaba a nada conocido. Me vi frente a un gran templo bañado en una espesa
niebla, similar al gran Marae de Raiatea, pero las piedras hincadas que
conformaban su cierre tenían proporciones descomunales. El templo poseía una
extraña textura y color, y sobre éste nacía un enorme sol rojizo cuya luz ígnea
cortaba la densa bruma. Me aproximé al gran Marae y advertí cómo, ante mis
ojos, se definía su monolítico y ciclópeo altar. Ahí reconocí al Dios Tiki,
cuyos ojos llameantes se habían posado sobre mí. Me vi preso de un profundo
terror. El pavor a lo ignoto inundaba cada rincón de mi alma. El Tiki no podía
hacerme daño. Yo era y seguiría siendo su protegido. Yo lo cuidaría hasta mi
último aliento. Sin embargo, su actitud no por ello dejó de intimidarme. Sus
labios se despegaron y formularon un pedido. Mi preciado Tiki volvía a
necesitar sangre.
Me desperté con el cuerpo bañado en sudor,
dirigiéndome hacia mi biblioteca. Estudié cada pormenor de los sacrificios
rituales que realizaban los indígenas de las islas bajo el Viento. No me fue
muy difícil, a la noche siguiente, contratar los servicios de una prostituta, y
borrar todo rastro de mi oblación.».
Cooper se sirvió incrédulo otra copa de whisky, embuchándola
de un trago. No conocía a William, sólo un espejismo suyo. Siguió escuchando aquellas
confesiones tan negras como un blues.
Su querido amigo no era otro que el asesino de
Concord. Toda la policía de Nueva Inglaterra había sido alertada de sus aseados
métodos. Nunca habían encontrado ni la más mínima pista sobre su autoría. Los
crímenes se sucedían sin que los investigadores hubieran establecido un patrón,
aunque el asesino actuara siempre siguiendo el mismo modus operandi. Los cadáveres aparecían rodeados de piedras, con
una puñalada en el corazón y dos cortes en las muñecas, sin que hubiera ningún
tipo de abuso. El famoso “asesino de Concord” no era otro que William Wilshire
quien, a costa de la vida de esas mujeres, había querido mantener su buena
fortuna.
Y era verdad que William poseía una asombrosa suerte,
pues se había disfrazado de alquimista de la bolsa, transfigurando cualquiera
de sus movimientos en oro. La vida le había dado, además, dos preciados hijos.
Nadie hubiera apostado por un tan terrible desenlace, pero el crack apagó su
estrella. El llamado "jueves negro" devastó buena parte de las
acciones de Wilshire & Co. Un atormentado William hablaba a través de su
diario.
«No puede creerlo, lo he hecho todo por él, pero
cada vez me pide más y se me aparece más a menudo. Alza su lanza contra mí,
reclamándome la sangre de los míos. Me castigó. No podía hacer lo que me pedía,
no podía siquiera creerlo. Pero ahora, no me queda más que cumplir con sus
designios. Amo a Helen, amo a mis hijos, pero él lo quiere así, y me ha
demostrado cuán grande es su poder. Esta noche lo haré».
―Todavía escucho en mi cabeza los gritos de Helen cuando
me llamó por teléfono. Fui lo más rápido que pude, pero lo más rápido no fue lo
suficiente. Sólo pude salvarla a ella ―Cooper miraba sin mirar, como si el
comisario, a pesar de su gordura, fuera transparente―. Joder, William… Estaba a
punto de matarla cuando llegué, pero el hijo de perra ya se había cargado a los
dos niños.
Una serie de
insultos poseyeron los labios del inspector mientras la mano del comisario se
posaba paternal sobre su hombro. Cooper no conseguía atajar los remordimientos
por no haber sido capaz de salvar aquellas dos vidas inocentes, segadas por un William
poseído, con el que él mismo había tenido que acabar.
―En sus manos estaba esa jodida estatuilla. Aún muerto
seguía agarrándose a ella como una lapa. Ahora me doy cuenta… ―Cooper se tomó
la cabeza entre las manos antes de volver a alzar la mirada ―. Yo pensaba
que era un simple coleccionista y en realidad estaba obsesionado por todos esos
cultos raros. Tenía la casa llena de cachivaches y libros sobre el tema. Todos
estos años y resulta que no conocía a mi mejor amigo.
El inspector buscaba aire en medio de las hebras de
humo que se habían compactado en una espesa bruma de la que necesitaba huir
para poder respirar. Sintió como sus tripas volvían a arracimarse contra su
estómago revuelto que regurgitó todo lo que contenía, doblando por la mitad al
espigado policía.
En su espalda sintió de nuevo la mano del comisario
que, aquel día, había mostrado con él más humanidad que nunca.
―Cooper es usted un buen inspector
pero no me gusta que ensucien mi despacho.
―Lo siento, señor. No volverá a suceder.
El viejo le
invitó a andar hacia la calle, caminando a la vera de Cooper que tragó su
lamento a pesar de haberlo regurgitado Unas aureolas, visibles a la luz del
sol, ornamentaban los sobacos de la demasiado ajustada camisa del comisario,
cuyos botones amenazaban con saltar huyendo.
―Hay algo que todavía no le he contado y creo que
puede interesarle.
Cooper observó al comisario con
curiosidad.
―Hoy llegó el resultado del peritaje del famoso Tiki
―miró al inspector a los ojos―. Es falso, Cooper, el tiki es falso.
La espera ha merecido la pena. Me ha encantado el relato, un final genial.
ResponderEliminarMe alegra de que te gustara, Litus.
EliminarDepois de ler agora esta segunda parte, digo-te que é muito bom o teu conto
ResponderEliminarSaludos
Muchas gracias, Susana ;)
Eliminarexcelente final
ResponderEliminarGracias Noruego.
EliminarRecuerdo haber leído la historia en el blog de LG Morgan, pero no sabía que era tuya. Me sigue gustando, quizá si que está más pulida ahora, pero el final sigue siendo buenísimo.
ResponderEliminarSaludos Sandra!
Era la idea y me alegra de que lo percibas así.
EliminarUn saludo, Ramón.
Un final abierto, como no podía ser de otra manera, hace que tu relato se quede pegado a mí e imagine posibles continuaciones. Gracias por tu relato.
ResponderEliminarSaludos
Gracias, Nel y un saludo para ti también.
EliminarMuy buena historia, con una buena moraleja al final, como los clásicos relatos cortos. Bien escrito e interesante hasta el final. ¿Tenemos aquí una futura escritora de novela negra?
ResponderEliminarNo creo, es un intento aislado y no es un género que me atraiga en exceso. Muchas gracias, Javier.
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