Esta semana recuperamos la sección: "Bajo el paraguas" con un relato de Ramón Escolano llamado "Caos vs. Esperanza" autor de un blog llamado Jukeblog que os animo a visitar. Además, esta semana, podréis leer ahí mi entrada, un relato llamado "Carmela la Roja".
Caos vs Esperanza
Por un momento permanecieron
agazapados en el agujero, refugiados como si contemplaran un ataque de una
magnitud demoledora.
―Lo peor ha pasado. —Sentenció
Paco. Los demás lo miraban como el que mira un cuadro abstracto, tratando de
reconocer rasgos que identifiquen al sujeto, pero sin conseguirlo.
Sin embargo no era así. Hubo un
nuevo temblor. No fue una réplica, como solían denominarlos. Este era un
temblor en toda regla. Sin duda era cabecera de cartel en el teatro de las
catástrofes.
Todos se giraron hacia Paco. Éste
ni se inmutó, con un gesto les invitó a salir del escondrijo para seguir
avanzando. El mundo se estaba acabando, o esa era la sensación generalizada, y
sin embargo Paco permanecía impasible. Se giró hacia el grupo y señaló su
reloj. Sus seis amigos lo seguían observado con desconcierto.
―No van a estar esperando todo el
día.
―¿Quién, Paco, quién no va a
estar esperando? —Fue Enriqueta la que se atrevió por fin a preguntar.
―Ellos me dijeron que vendrían
hoy. A mediodía.
―¿Quién son ellos?
―Ya sabes, ellos. —Contestó Paco, señalando hacia el cielo.
Volvieron las miradas de
desconcierto, junto con otras de desaprobación. Incluso hubo alguna compasiva.
―Paco, por Dios. Déjate de
tonterías. Lo mejor es encontrar un refugio, bien para estar a salvo si esta
debacle es pasajera, bien para morir con dignidad. —Esta vez era Ricardo el que
se dirigió a su amigo.
―Nadie va a morir hoy. Al menos,
de nuestro grupo. —Sus palabras no podían sonar más convencidas del mensaje.
Se giró, y sin mirar atrás
prosiguió su camino. El grupo se miró entre sí, intercambiaron gestos de
incredulidad y por fin decidieron seguir a su compañero. El cual, con paso
firme y decidido, había avanzado ya unos cuantos metros.
El cielo se estaba tornando oscuro,
por momentos. No llovía, pero si había una sinfonía estremecedora de truenos y
relámpagos. El sol,como temiéndose lo peor, parecía palidecer y tratar de huir,
de esconderse tras esas nubes negras que traía el horizonte.
Paco, ajeno a todas aquellas
señales premonitorias de un desastre inminente, continuaba su camino en
dirección a un claro en lo alto de una ladera. Ni siquiera el ajetreo de
animales huyendo, despavoridos, como almas que lleva el diablo, le perturbaban
lo más mínimo. Era como si él fuera impermeable a todos aquellos
acontecimientos.
De repente se paró, miró a sus
amigos y con voz sincera sentenció:
―Es aquí.
El grupo paró en seco. La idea
general de la locura de Paco seguía rondando por las mentes de sus amigos. Pero
había algo. Un cierto aire en él… ¿Y si decía la verdad? Quizá era mejor
agarrarse al clavo ardiendo de la locura, del sinsentido, de la fe, que morir
en la agonía y el miedo más ancestral. A fin de cuentas, el final parecía ese.
En su ciudad no quedaba mucha gente para contarlo. En realidad, ellos pensaban
que eran los únicos supervivientes en varios kilómetros a la redonda. Y ellos
habían visto morir a muchos, y de las maneras más variopintas. Suicidios, gente
ardiendo de manera espontánea, otros aplastados… El caos llevaba reinando
cuatro días, los mismos cuatro días que Paco se erigió en líder del grupo. Los
mismos que, según él, ellos le habían hablado de un lugar y una hora donde le
recogerían a él y a sus amigos.
Ese lugar. Esa hora. Mediodía del
que podría denominarse, sin mucho miedo a equivocarse, el día del fin de los
tiempos. Paco volvió a mirar su reloj.
―Es la hora, chicos, ¿preparados?
Nadie contestó. Permanecieron en
silencio, esperando lo que quiera que llegase a continuación. Y eso fue el
silencio. El estruendo dejó paso a la calma. Una calma que ya no recordaban.
Paz, sosiego. Y de repente el cielo se abrió, las nubes formaron una especie de
espiral y por entre ellas se comenzó a vislumbrar una gran luz cegadora. Paco
sin dudarlo un instante fue hacia la misma.
―Os lo dije. —Fueron las últimas
palabras antes de desaparecer ante los ojos de sus amigos.
El grupo se adentró en el haz de
luz, como una sola persona. Desaparecieron con la misma premura. El cielo se
tornó negro de nuevo. Volvieron los estruendosos truenos y sus compañeros los
rayos. El caos continuó reinando unas horas más. Hasta que todo se volvió
oscuridad. Un macabro fundido a negro despidió toda vida conocida en el planeta.
Pero eso ya no lo vieron Paco y sus amigos. Ellos ya estaban rumbo a un nuevo
mundo.
Autor del texto Ramón Escolano. Si queréis leer más historias de Ramón, os animos a visitar Jukeblog
Bom Dia Ramon,
ResponderEliminarGostei desta tua história
Saludos
Muchas gracias, Susana, me alegro que te haya gustado.
EliminarSaludos!
Interesante experiencia. Saludos a los dos, +Sandra Parente +Ramón Escolano
ResponderEliminarMuy amable, Esther. Gracias por pasarte y comentar.
EliminarUn saludo!
Muchas gracias Esther. Para mi fue una experiencia muy grata.
EliminarMe ha gustado mucho. Es una buena idea la de intercambiar relatos en los blogs. Voy a leer ahora Los lunes a la lluvia en Jukeblog.
ResponderEliminarSaludos.