Translate the rain

lunes, 26 de mayo de 2014

La elección

Hoy es lunes, el sol luce frío y os presento un relato corto:

La elección



   Era una mañana de domingo. El viento  frío cargaba con los aromas etílicos de futboleros en cuyos rostros se confundían la victoria y la derrota. El sol pálido lucía sin el brío y la fuerza que se presupone a un final del mes de mayo, y él se levantó a por un café, como quien busca, en ese gesto cotidiano, su tabla de salvación.

   Aquella mañana, había elecciones. ¿Elecciones? Quizás la palabra le llevara a un equívoco y había perdido su sentido primigenio,  pero lo cierto era que le tocaba votar como ya lo había hecho en otras tantas ocasiones. Pero ¿para qué? ¿a quién?

   Podía, con los dedos de sus manos, contar sus años cuando le habían hablado por primera vez de democracia, del poder de decisión del pueblo, de cómo, con aquello, al parecer, se comía, curaba y educaba a niños como él,  y esperó con ansias a su decimoctavo cumpleaños para poder, al fin, formar parte de aquello. Todavía recordaba la ilusión con la que se había enfrentado a su primera cita electoral, aleccionado en los valores cívicos, con  la sensación de haber superado un ritual de iniciación y de haber sido aceptado entre sus mayores, el deseo de tomar sus propias decisiones, de ser un hombre libre, autónomo, y el sentimiento de pertenencia a algo mucho más grande.  

    Abrió la ventana y respiró hondo . El aroma del mar trepó hasta sus fosas nasales y sintió la picazón de la salitre expulsándolo de sus recuerdos. La decisión estaba tomada, después de tanta corrupción y decepción;  hoy no iría a votar. Encendió un cigarrillo, viendo una porción de mundo a través del marco vacío, mientras disfrutaba de aquella placentera autodestrucción. Una ráfaga de viento empujó la ondulante masa de humo hasta sus ojos que se enrojecieron. Con un parpadeo sintió como sus pestañas apartaban la sal de sus ojos.  ¿Y qué pasaría ahora? Su abstención pasaría desapercibida. Era un grano de arena en medio de una marea, y ya visualizaba la victoria de aquellos que lo acusaban de ladrar por las esquinas, cuando aún se indignaba en la calle, en vez de delante del teclado de su ordenador.


   Su cigarrillo lucía aplastado y moribundo en el cenicero para cuando se plantó ante la misma urna que lo había convertido tácitamente en un adulto.  El plexiglás de la pequeña arca le devolvió el reflejo de su mirada cansada que observaba como su nombre acababa de ser tachado del censo, con un bolígrafo y una regla, como si el tiempo no hubiese transcurrido. Y es que, en el fondo, no había pasado: los políticos, la corrupción y el  neoturnismo político seguían y seguirían vigentes a pesar de lo que dijesen los tertulianos de la televisión, lo único que había cambiado eran sus ilusiones. El pequeño receptáculo ya contenía su voto y todavía no sabía muy bien el por qué. 

lunes, 19 de mayo de 2014

Esperando el momento

Llega  otro lunes, entre el sol y la lluvia. Esta semana escribí un relato corto. Espero que os guste.


 Esperando el momento

 El claro de luna iluminaba a través de los barrotes la destartalada habitación gris. Luisa se miraba en el pequeño espejo circular, oxidado por el tiempo, que había conseguido colar en aquel lugar. El único recuerdo de una vida pasada que ya parecía remota. Observarse era también una forma de enfrentarse a la realidad. Durante mucho tiempo, siempre acababa cerrando el espejo tras ver el rostro de un cadáver; su rostro. Ahora era capaz de regodearse en el reflejo huesudo que le devolvía aquel pequeño objeto. Hubiera podido romperlo y cortarse las venas y sin embargo, no lo había hecho. Ella nunca pudo escaparse de aquel lugar y con los años habían huido el valor y la voluntad. Ya no tenía fuerzas.

     De repente, escuchó el ajetreo de una llave en la puerta de su celda y escondió, rauda, bajo su camastro, aquel dual vínculo con tiempos pasados más felices y el amargo presente. Tarde o temprano, a todos les llegaba la hora. Tras capturarla, todo había transcurrido en una paradójica miscelánea de celeridad y extrema lentitud. Horas de preguntas sin sentido, de palabras revueltas, de humillaciones, burlas odiosas y luego, la soledad. De día trataba de olvidar las noches en las que escuchaba, con aprensión, el asesino suspiro de las balas y los gritos, acompasados por el graznido de las gaviotas, de los que se aprestaban a morir fusilados.
    Luisa iba a morir, llevaba años preparándose para aquel momento. Al principio el terror la había atenazado, haciéndose consciente de su propia desaparición, ahora casi deseaba que llegara aquel momento y la liberara. A su vera, retumbaban los pasos marciales de la soldadesca que la escoltaba. Una gran puerta metálica acababa de abrirse. Frente a ella el claro de luna se reflejaba sobre el mar, mientras las gaviotas graznaban ostentando su libertad. Luisa inspiró el aire salobre que el océano le brindaba. Aquel, pensaba, era un hermoso lugar para su punto y final. Pronto todo se acabaría y sería tan libre como aquellos pájaros, cuyo vuelo circular, semejante al de las aves carroñeras, podía ver en las sombras que se reflejaban a sus pies.

     Uno de los soldados la empujó con desdén. Luisa tropezó y se alzó, dándose la vuelta. Quería recibir a la muerte mirándola a los ojos. Y de repente la realidad impactó de pleno contra ella, como un disparo súbito y fugaz, insospechado y preciso, un balazo entre las cejas.

     ―Eres libre― dijo el que acababa de empujarla.

     Una ráfaga de aire cargado de sal y angustia golpeó contra el rostro de Luisa. Sintió como el vértigo embargaba sus sentidos. Por primera vez en años, tenía miedo.


Fotografía de artgraph

lunes, 12 de mayo de 2014

La niña y el reloj

La semana pasada, tal como pudisteis constatar, no hubo "lunes a la lluvia". Nada tuvo que ver con el cansancio o... sí. Disfruté de un maravilloso lunes y resto de la semana al sol del trópico, descansando de la mucha lluvia de este invierno. Con las pilas recargadas y la fotosíntesis hecha, toca una nueva entrada. Esta vez, una poesía breve llamada: "La niña y el reloj":



La niña y el reloj

Unas lágrimas desde el suelo,
los gritos y el estupor.             
Una mirada de hielo,               
el ruido estremecedor              

Las risas se detuvieron ,     
el reloj se quebró.                   
Los juegos se interrumpieron, 
una niña sola se quedó.           

Observó su  miedo:
un sollozo, una llamada.
Escuchó el silencio,
un llanto en la nada

La niña  murió,
siendo adulta despertó.
El reloj volvió a girar,
pero ya no pudo olvidar.